La ira y la intolerancia son los enemigos de la correcta comprensión.

Mahatma Gandhi

¿Conoces a alguien que es abiertamente cooperativo pero secretamente desafiante? ¿Vives o trabajas con alguien que procrastina de forma crónica, lleva a cabo tareas con una ineficiencia intencionada o actúa como si fuese una víctima de tus imposibles expectativas? ¿Una persona que te hace sentir como si estuvieses en una montaña rusa emocional? Pues es muy probable que estés lidiando con una persona pasivo-agresiva.

Este tipo de comportamientos se definen como una forma deliberada, pero enmascarada de enfado. Incluye una serie de conductas para sacar de quicio a la otra persona, sin reconocer la propia responsabilidad o insatisfacción. Seguro que se les vienen varias personas a la cabeza.

A la larga, esta forma de actuar puede ser todavía más destructiva que la agresividad en sí. A medida que el tiempo pasa, las relaciones con personas que lo exhiben pueden ser confusas, desmoralizantes y disfuncionales.

Enfrentar estas situaciones es enormente complicado y desgastante. Dependerá de muchos factores que llegan a hacerlo incluso imposible, llevándonos a actuar de forma agresiva como una respuesta inevitable.

No hacer nada puede llevarnos a un descontento vital, dependiendo del roce que tengamos con la persona pasivo-agresiva. Es una opción a veces necesaria, si se produce en un entorno laboral o familiar limitado.

Otra de las reacciones pueden conducirnos a buscar aliados que estén sufriendo la conducta, al igual que nosotros. O que no la sufran, pero que puedan entender cómo nos sentimos.

Y la opción, quizás más madura, y no siempre posible, que nos lleva a enfrentar directamente la situación. Algo realmente complicado puesto que una de las características de este tipo de comportamiento es su perfil bajo, su poca visibilidad. Podemos vernos siendo recriminados por terceros por nuestra falta de consideración.

Estas tres reacciones pueden resultar realmente frustrantes. Por eso, a continuación te proponemos otras tres que quizás pueden resultar más útiles.

Hazle una pregunta. No dejes pasar las situaciones y que se te acumulen. En el momento en que ocurra una conducta pasivo-agresiva, enfréntala. Una buena pregunta puede ser: ¿hay alguna razón para que te estés comportando de esta forma? Esto puede llevar a que la persona se vea en el brete de explicar lo inexplicable. O que descubramos que lo que nos parece que no está bien tiene una razón lógica.

Si ocurre lo primero, puede resultar muy útil hacerle ver tu punto de vista sobre la situación en particular, sin menoscabar la suya. Evidenciar el conflicto es una de las mejores formas de desmontar una conducta encubierta.

Cuando ninguna de estas dos cuestiones funciona, llega el momento de la lógica y la razón. Expresar abiertamente que lo que está haciendo no está sustentado en ella, siendo lo más complicado, va a ser lo mejor para nuestro bienestar mental. Recuerda que este tipo comportamientos se sustentan, en gran medida, en el conocimiento de lo poco que nos gustan las confrontaciones.

Evitar caer en la trampa requiere cerrar el espacio mental que queda entre nuestro enfado y nuestro silencio. O bien, no molestándonos, si podemos hacerlo sin consecuencias emocionales. O rompiendo nuestro silencio.

@LeocadioMartin