El maestro Víctor Pablo Pérez no suele ocultar sus opiniones. Habla de lo que conoce, aunque sus palabras puedan originar un "tsunami" de proporciones insospechadas. En su regreso a la Isla -anoche se puso al frente de la Orquesta Sinfónica de Tenerife con motivo del concierto celebrado en la catedral de La Laguna- reflexionó sobre la actualidad de la OST, de las ilusiones que le atan a la Joven Orquesta de Canarias, de cómo ha visto desde la distancia lo sucedido en la última edición del Festival Internacional de Música de Canarias, del reto que supondrá dirigir en un día -el 21 de junio- nueve novenas sinfonías en el Auditorio Nacional de Madrid con cinco orquestas diferentes: "No es fácil unir una orquesta que dividió un director chino", censura respecto a la etapa que agotó Lü Jia (2006-2012) como máximo responsable de la Orquesta Sinfónica de Tenerife. El burgalés, por otro lado, destacó "el gran rigor y la alta calidad" del coro Ensamble Vocal Contemporáneo de Tenerife, que dirige Antonio Abreu Lechado, con el que colaboró en su regreso a casa: "Me gustaría resaltar su trabajo porque eso es infrecuente en este país... En el futuro será un coro de referencia a nivel internacional".

¿Qué ha ocurrido en las Islas para que ahora estemos hablando de unos niveles de calidad, tanto en el plano vocal como musical, tan destacados?

En las Islas hay dos orquestas que tienen una vida profesional neta de unos 30 años; antes de este periodo sus trayectorias eran más "semiamateurs". Y eso ha dado sus frutos. Es verdad que en sus orígenes hubo muchos extranjeros porque no quedó otro remedio: la idea era traer músicos que pudieran formar a los jóvenes para el futuro. Hoy tenemos un número importante de chicos canarios con un nivel excelente que se empiezan a colocar en nuestras orquestas, en la Península o en el extranjero. Los profesionales que tuvimos que importar no solo tocaban, sino que empezaron a enseñar y eso creó un tejido educativo fundamental... Casi todos ellos mostraron tener un compromiso elevado pero, además, existía un festival de música importante que era un auténtico espejo porque permitía a los músicos de aquí "competir" con orquestas internacionales como la Filarmónica de Berlín, a la de Viena, la de Chicago, Múnich o Frankfurt. Había que estar a la altura y eso nos posicionó como un gran referente nacional. No había otra cosa igual en todo el país: en ninguna otra comunidad existían dos orquestas, dos temporadas de ópera y tanto interés por la música clásica.

¿Y usted está canalizando una generosa parte de ese talento a través de la Joven Orquesta Canarias?

En los próximos cinco o seis años en las orquestas españolas, no solo en las canarias, van a aparecer un montón de plazas libres. Ahora ya hay muchas vacantes, pero habrá más jubilaciones y, por lo tanto, se van a dar unas oportunidades impresionantes para desarrollar proyectos profesionales de altura. Sé que este es un mensaje que no me canso de repetir, pero invito nuevamente a que estos chicos se preparen porque será una competición dura... Tocar en una sinfónica es como jugar en Primera División, es decir, que aquí no juega cualquiera: no basta con darle una patada al balón y esperar a ver si entra el balón.

Aprovechando esa comparativa futbolística, hay una pregunta que me ha dejado sobre la raya de gol que no sé si quiere contestar. ¿Cuál es su opinión respecto a lo sucedido en el Festival Internacional de Música de Canarias 2017?

La imagen que se ha trasladado a los ciudadanos que se quieren acercar a la música clásica no es buena; tampoco la que hemos dado al resto del país... Dicho esto, hay que reconocer que en todo esto existe una lógica ligada al hecho de que las instituciones, los festivales y las orquestas no pueden vivir siempre en una situación de máxima tensión. A lo largo de los años se dan altibajos y estamos hablando de un festival que fue muy potente y, sobre todo, extremadamente sorprendente: costaba dinero, había medios económicos para acometerlo y por Canarias pasaron los mejores músicos del mundo.

¿No cree que se ha politizado en exceso el FIMC?

Puede ser, pero hay un instante clave que llega tras el fallecimiento de Rafael Nebot, que era la persona que le dio su impronta y el carisma para sacar adelante el festival. A partir de ahí se cambian unos esquemas de trabajo y aparece una crisis brutal: se pasó de tener seis o siete millones de euros de presupuesto a uno y es evidente que con esa reducción no se puede mantener el mismo nivel a la hora de cursar una invitación a una orquesta. Se está hablando mucho y no siempre de música, pero también se percibe que existe la voluntad de corregir las cosas que no se han hecho bien... El FIMC ha tocado fondo: hay errores de contenido, pero solo cabe esperar que haya mejoras.

¿A qué errores se refiere?

La diferencia de hacer un festival de estas características en Canarias o programarlo en Madrid o en Valencia es que aquí todo es mucho más caro. Por ese motivo hay que analizar muy bien todos los recursos de los que se disponen, pero al margen de esa planificación, creo que este año se cometieron una serie de fallos a la hora de diseñar sus contenidos. Un festival de música clásica en el que tocaron las mejores orquestas del mundo, de repente, pasa a programar más música de cámara de la recomendable o introduce a las bandas de música. Que nadie vea en estas palabras una crítica fácil porque, entre otras cosas, le tengo un enorme cariño a las bandas, pero este no es su espacio. Las bandas de música deben tener su propio ámbito y un circuito donde promocionar la magnífica labor que desarrollan... No se deben mezclar las cosas. Esto es como si en el FIMC queremos hacer un programación de música clásica y alguien decide contratar a Joan Manuel Serrat. Son mundos distintos. Claro que se puede optar por un modelo diferente, pero si la idea es conservar el modelo que se tenía existen unos parámetros de los que no te puedes salir. Eso no significa que el diseño de este año no se hiciera con buena voluntad. Si el deseo es llegar a mucha más gente que el melómano habitual, que es algo muy sano, habrá que buscar una programación que no la espante.

Cada vez que vuelve a casa una de las preguntas más recurrentes tiene que ver con su pasado en la Isla. ¿Cómo ha visto a la OST?

La Sinfónica también ha pasado su crisis particular. Sobre todo, en una primera etapa que se dio después de mi salida... No es fácil unir a una orquesta que dividió un director chino. Desgraciadamente fracturó la armonía entre los músicos y, sinceramente, no hay una cosa peor que le pueda ocurrir a un equipo que es estar dividido o enfrentado. Vigilarse de mala manera unos a otros no es algo demasiado recomendable cuando se persigue un objetivo en común. En una empresa, una orquesta o en un equipo de fútbol o baloncesto, si en algún instante falta ese sentido de la unidad, estás perdido. Evidentemente la crisis también es un elemento a tener en cuenta porque obliga a reducir la plantilla y el presupuesto para el gasto artístico desciende... Todo eso se paralizó y ahora es el momento de tomar un nuevo rumbo. Acaba de aterrizar el nuevo director técnico-gerente y se deben tomar las medidas para que la Orquesta Sinfónica de Tenerife vuelva a ser el gran referente nacional. La OST fue pionera en todo tipo de proyectos: pedagógicos, discográficos, conciertos masivos, giras internacionales... Nadie en España hacía eso.

¿El director honorífico de la OST cree necesaria la figura de un director titular?

Aquí tendrán que elegir un director estable que se comprometa con este proyecto y que, a su vez, sienta que está participando en una aventura que tiene unas particularidades específicas: el que venga debe entender y querer a la Isla. No que venga a Tenerife a dar una serie de conciertos o programas que le vienen bien a él y a las agencias de unas artistas solistas. Esas cosas feas que algunos hacen y que no permiten construir un proyecto estable y de calidad. La OST debe volver al lugar que estuvo; ser un referente en España e ilusionar a músicos y público. El que acepte el cargo deberá contar con el apoyo de los músicos y generar una corriente positiva.

Dirigir nueve novenas en un solo día con cinco orquestas, además de ser el sueño de todo director, supone un ejercicio de madurez absoluto, ¿no?

Y de una gran condición física (ríe)... Este tipo de "maratones" se había hecho con las nueve sinfonías de Beethoven o las seis de Chaikovski, pero poder dirigir nueve sinfonías (Beethoven, Haydn, Schubert, Garay, Mozart, Bruckner, Dvorák, Shostakóvich y Mahler) en un solo día con cinco orquestas no deja de ser una hermosa locura. Doce horas dirigiendo es un reto apasionante.