Hablemos de Anchieta una vez más. Habrá que hacerlo cuanto sea necesario para que se reconozca plenamente que es "uno de los grandes de la cultura española", como reclamó hace escasos días desde estas mismas páginas el ilustre catedrático y filólogo Miguel Rodríguez Pantoja, un anchietano convencido de la importancia de la obra del gran humanista canario, a cuyo estudio ha dedicado trabajos muy valiosos. Mucho se ha avanzado los últimos años en el conocimiento de la personalidad y de la producción literaria de José de Anchieta. Sin embargo, todavía queda largo trecho por recorrer. Entretanto no dejan de repetirse, como si nada se hubiese avanzado, datos falsos y lugares comunes ajenos a la verdadera trayectoria humana del insigne tinerfeño. En estos últimos años, acaso como en ninguna otra época anterior, trabajos rigurosos han proyectado bastante luz sobre su personalidad y sobre su valioso legado cultural. Pero todavía permanecen diversas zonas en sombra. José de Anchieta fue un esforzado obrero de la viña del Señor. Sembró la palabra de Jesús en los vastos territorios del pueblo que comenzaba a crecer y hacerse como país cuando él llegó a Brasil. Pero también tuvo tiempo para dejarnos textos que lo acreditan, cada vez más a medida que se conocen, analizan y valoran, como un autor fundamental, necesario para comprender en su dimensión real la etapa clave del paso de la Edad Media al Renacimiento. Escribió en cuatro idiomas: latín, español, portugués y tupí. La lengua materna la reservó sobre todo para sus efusiones íntimas, para la poesía lírica. A la vez que padre de la literatura brasileña, es el primer poeta nacido en las islas Canarias. ¡Ahí es nada! Y todavía muchos canarios sin enterarse. O sin querer enterarse. Ha costado lo suyo abrirle paso a esta verdad, no sin resistencias en la propia tierra donde vino al mundo. Hoy, siete de abril, es buen momento para recordarlo. Porque tal día como hoy, hace 483 años, se redactó el lacónico documento que da fe por vez primera del nacimiento de San José de Anchieta en San Cristóbal de La Laguna; el acta de su bautismo en la lagunera parroquia de Nuestra Señora de los Remedios. Una fecha para la memoria.

*Cronista oficial de La Laguna