Sentimiento, tradición, fervor, emoción, historia, recogimiento... Son términos unidos de forma indisoluble a la Procesión de Madrugada de La Laguna, una de las más esperadas de la Semana Santa en el Archipiélago y que ayer, otro año más, volvió a justificar todos esos rasgos. En este caso con la novedad de que dos laicos participaron en el Sermón de las Siete Palabras: una mujer, Myriam Hogson, en el Real Santuario (¿un guiño a la entrada de féminas en la Esclavitud del Cristo?) y un hombre, Domingo Luis Martín, en las Siervas.

Un punto más de popularidad para una Madrugada que siempre fue popular, capaz cada año de llenar las calles y sacar a relucir el sentimiento de muchos tinerfeños, y más en una noche como la de ayer, de temperatura amable. Da igual que cada vez haya menos público en los desfiles de la Semana Santa lagunera; esta cita tiene sus fieles, y ejemplos de fervor tan diáfanos como el de la señora que acompañaba descalza al paso del Cristo de La Laguna o el de la anciana que portaba una vela envuelta en un recubrimiento de papel de platina, en una escena elocuente.

Otra de las novedades principales de esta edición estuvo en que la Esclavitud vivió la puesta de largo de la formación musical que previsiblemente será su banda de tambores y cornetas propia. Era justo esta la que abría un desfile que una y otra vez sorprende por su fuerza expresiva: los reflejos del Cristo en la pared al entrar y salir de Santo Domingo, las saetas en el ayuntamiento, el amanecer -que este Viernes Santo dio paso a un cielo sin una nube- o la interpretación del "Adiós a la Vida" al paso por la calle de La Carrera del Crucificado Moreno, que sale a la calle junto al paso de La Dolorosa, San Juan y la Magdalena.

Tras siete templos y siete palabras, tocaba descansar para seguir con un día intenso. Al menos en Aguere quedaban dos platos fuertes: la Magna y el Silencio.