Todo parece indicar que más pronto que tarde -aunque en política nunca se sabe, pero piensen ustedes que para el verano- el Gobierno del Reino de España tendrá los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para este 2017 aprobados; con casi un año de retraso, pero nunca es tarde si, al disponer de ellos, debidamente convalidados en el Congreso, le sirven al Gobierno para tener el necesario control de las entradas y las salidas del dinero público, permitiéndole la estimación necesaria para fiscalizar el estado financiero de las cuentas del Estado y, sobre todo, acometer las inversiones futuras.

Aunque suene a retórica de aula, los presupuestos son muy importantes para conseguir una estabilidad política y social, aparte de fortalecer nuestra imagen exterior como un país serio y cumplidor con sus compromisos económicos, además de reducir la incertidumbre política al comprobar los mercados que nuestros dirigentes políticos saben, o al menos lo intentan, equilibrar de la mejor manera posible los ingresos y los gastos. En nuestro caso, nos queda todavía mucho para llegar a ese equilibrio presupuestario, mientras dichos responsables económicos no entiendan que es urgente, vital y necesario reducir el gasto público y a la vez bajar los impuestos.

Pero ahora, por desgracia, nos encontramos en la fase del postureo político, donde los partidos grandes de la oposición se oponen a todo, da igual que sea bueno para la mayoría de la sociedad, si dichos beneficios los presenta el partido de gobierno. Luego están los partidos más pequeños que venden caro su apoyo a dichos presupuestos con la boca grande porque dicen anteponer sus matices ideológicos, mientras que con la boca pequeña acuerdan beneficios para sus propios partidos y, en segundo lugar, para sus comunidades y/o islas; y, por último, se encuentran algunos partidos unipersonales que más allá del postureo al uso alardean de otro lenguaje conceptual mucho más plumífero -como de pavo real- y apurado -como el siseo de las serpientes-, al llevar parejo el sonido grandilocuente del que se sabe importante aunque tenga poco que ofertar a los demás.

A esta última actuación se la conoce como la retórica del sonajero, que tan solo sirve para llamar la atención del incauto que está pendiente de sus cosas sin que le preste a uno demasiada atención. Dicho de otro modo, son aquellos que prestan más cuidado a la política de la foto que a la que se hace con trabajo, esfuerzo y, por qué no, con pasión. Hay que tener cuidado con la política que se hace actualmente y con algunos efectos perniciosos de los "multipartitos", no nos vaya a pasar como a Italia, donde los ciudadanos terminaron desapegándose de sus dirigentes y de lo que representaban, porque no entendían ni entienden aún que se lleven a cabo pactos contra natura.

Ahora, a esperar toca. Tal y como están las cosas, el gobierno de Rajoy tiene previstos 175 votos que apoyan su PGE: Ciudadanos, el PNV y Coalición Canaria. Justo la mitad del Congreso. El PSOE, que está que no sabe si entra o sale o si se va o se queda, lo tiene complicado; tal vez por ello los socialistas dicen, sin querer decir, que sea el representante de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, quien termine salvando la situación económica y política en general, y la de los socialistas en particular, apoyando dichos presupuestos, evitándoles a ellos ese mal trago de tener que ser coherentes con la situación actual y con el sentido común y que tantos quebraderos de cabeza les ocasiona a veces tener que enfrentarse con su propia realidad.

macost33@gmail.com