Hay lugares, sensaciones metageográficas aclararía, que hacen de Tenerife mucho más que un simple panorama de belleza. No sé, sentir el violento infinito del Atlántico en la Punta de Teno, "chocar" contra el colosal Teide (tan cercano, tan lejano) tras una curva bajando hacia La Guancha, derramarse con el "especial" del Paraíso deslizando la tarde al ritmo de la marea... O sentarse en la terraza de la Casa Lercaro, en La Orotava, dejando fluir un tiempo que nos remonta al siglo XVI. Y entonces aplicarse en la mesa de la Casona del Arròs, Moisés Trujillo, Carmen Pérez y Pau Bermejo. Los dos primeros, director y cocinera, han confiado su "paso adelante" gastronómico al tercero, chef catalán (ex Santi Santamaría) con ya una historia de 10 años en la isla. Y el terceto marcha, a fe: atrás queda la leyenda negra del establecimiento como "contenedor de guiris". Situémonos. A un lado de la frondosa terraza, el mar tras el drago y las palmeras, El cotilleo de la villa, la cocina tradicional canaria de Carmen; al otro, la Casona del Arròs, arroces y cocina marina evolucionada firmada Pau. Evito alargarme con todos los privados, los jardines escondidos, el molino o la bodega, espacios a descubrir para ágapes más privados y todo tipo de celebraciones. Y comienza Bermejo con un fino almogrote de pistacho (y alioli y "tumaca") prólogo de la pata asada (jamón canario), de elegante factura. Sigamos con el patudo marinado en hierbas provenzales y ahumado en haya, con torreznos de su piel, salsa thai y esencia de trufa. Un plato con volumen. El pulpo confitado es perfecto en cocción, pasado por brasas vegetales, papa, yuca fermentada y aceite de nueces y piñones. ¿Arroces? Desde luego... Limpio, natural, incluso fresco, el "mar y montaña" con calamar y suave morcilla asturiana tocado de lima y alioli. Pero hay más (y fideuás).

Y no parece que el trío al mando vaya a pararse aquí, no...