Casi todos empezaron tomando una cervecita o una copa de vino, pero un día se dieron cuenta de que no solo no podían vivir sin beber, sino de que eso estaba arruinando sus vidas y las de sus familias. Alcohólicos Anónimos acabó siendo su salvavidas. Algunos llegaron por casualidad y otros recomendados por su médico, pero todos con vergüenza. Hoy se sienten orgullosos de haber dado el paso. En 2017 esta "comunidad" cumple 50 años en Canarias y 82 en todo el mundo y el objetivo de sus miembros sigue siendo el mismo: mantenerse sobrios y ayudar a otros a conseguir lo mismo.

Pedro, Juan y Andrés (todos son nombres ficticios) son tres de los miembros del grupo Tinerfe, que se ubica en la rambla de Santa Cruz, frente a la Plaza de Toros. Cada uno tiene una historia distinta.

Pedro llegó a Alcohólicos Anónimos tras perder todo lo que tenía. Probó el alcohol a los 16 y a los 30 se dio cuenta de que se había convertido en una obsesión. Ni su mujer ni sus hijos querían saber de él. "Me gastaba el dinero del alquiler de la casa en bebida", reconoce. "Fui primero a un psicólogo e incluso a la Iglesia Evangélica, pero lo que me funcionó fue esto", recuerda.

Juan no empezó a tomar hasta los 21 años, cuando terminó el servicio militar. Era muy deportista. Empezó a ir a discotecas con los amigos y poco a poco a beber algo para perder la timidez y acercarse más a las chicas.

Andrés es el mayor de los tres. Médico de profesión, reconoce que "llevaba una doble vida". Por las mañana trabajaba y por las tardes se abría una botella en casa. "Pensaba que nadie se daba cuenta y en realidad lo sabía todo el mundo". Un día una compañera psiquiatra le aconsejó que fuera a Alcohólicos Anónimos.

Aunque esta decisión "los salvó", ellos insisten en que la labor del grupo es independiente de la de los médicos. Una no sustituye a la otra. Para ellos, el sanitario trata los efectos físicos derivados del consumo excesivo de alcohol y el grupo actúa como guía moral. "Te cambia como persona, te hace mejor", aseguran. Hoy Andrés lleva ya cuatro años sobrio.

Los tres insisten en que solo una persona se puede considerar a sí misma alcohólica. "Cada uno debe aceptar que tiene un problema, que no podemos controlar el alcohol, y que queremos cambiar, dejar de hacernos daños a nosotros y a nuestras familias". A todos les costó dar el paso. Igual que se escondían para beber en bares alejados de sus casas, tampoco querían que sus conocidos les vieran entrando en el local de Alcohólicos Anónimos. Con el tiempo reconocen que es lo mejor que hicieron.

En Canarias hay unos 30 grupos repartidos por las islas. Lo más difícil suele ser que surjan en los municipios más pequeños y alejados del área metropolitana. "Allí te conoce todo el mundo y es más complicado todo", explica uno de los miembros. Normalmente se ponen en marcha porque uno de los miembros de otro grupo más amplio lo intenta.

Alcohólicos Anónimos tiene un teléfono que funciona 24 horas al día (922 204 663 o 629 456 879) y que atiende a todos aquellos que sienten un momento de debilidad y necesitan que alguien les haga desistir de la tentación. Los grupos no reciben dinero de ninguna institución, se financian con las contribuciones de los miembros (cada uno aporta lo que puede). El dinero recaudado sirve para pagar gastos como el alquiler, el agua y la luz. Igual que no aceptan dinero público, cada miembro solo puede aportar un máximo de 500 euros al año. De esa forma se aseguran de que nadie se sienta con más derecho que otro. Solo en Tenerife hay unos 250 usuarios que acuden a alguno de los grupos. No hay distinción de sexo ni de clase social.

El principal valor añadido de Alcohólicos Anónimos lo da haber vivido lo mismo. "Cuando un alcohólico habla con otro todo cambia". El apoyo y la comprensión son "mayores".

82 años de historia en todo el mundo

Alcohólicos Anónimos surgió en Akron (Estados Unidos) en 1935. Un hombre de negocios de Nueva York, que había logrado mantenerse sobrio por primera vez en varios años, buscó a otro alcohólico. Encontró a un médico que también tenía los mismos problemas que él con el alcohol. A los pocos meses de sobriedad, ambos notaron que sus deseos de beber disminuían cuando trataban de ayudar a otros "borrachos" a permanecer sobrios. Entendieron que su sobriedad dependía mucho del estímulo que pudieran darle a otros para hacer lo mismo.

Expansión lenta, pero constante

Durante los primeros años la comunidad se fue desarrollando lentamente, pero hoy ya cuenta con unos dos millones de miembros en todo el mundo. Estados Unidos y Canadá son los países con más miembros. Todo esto lo cuenta la literatura que ha ido surgiendo en torno al problema del alcoholismo. En esos países los médicos tienen más conocimiento de la labor de Alcohólicos Anónimos y derivan a más pacientes.