Canarias se ha convertido en referente nacional del vegetarianismo. Un importante sector de la población ha sido obligado a abrazar un régimen alimentario sin elección ni decisión propia. Más del 10% renuncia a comer carne o pescado de forma regular porque no lo pueden pagar, porque hay que elegir entre pagar el alquiler o degustar un bistec. No hay más posibilidad.

Nos depuramos por necesidad, no por convicción. Mientras la reina pide en el menú de la comida protocolaria con los políticos y empresarios la inclusión de unos suculentos tollos, uno de cada diez canarios no se puede permitir comprar carne o pescado tres veces a la semana, y si lo hacen siempre mirando precios. Tampoco nos vamos de vacaciones para apostar por el turismo local en muelles, parques y bares del barrio, porque más del 57% de la población no se puede plantear disfrutar de unas vacaciones de al menos una semana una vez al año; el 68% de los hogares no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos.

El orden económico que establecieron los que hoy siguen guiando la política nacional y regional advirtió que no viviéramos por encima de nuestras posibilidades, y así fue. Ellos ya sabían lo que venía, pero nos avisaron tarde. Nos dijeron firma aquí, que no te vas a arrepentir. Respetamos tanto el medioambiente que casi ni abrimos el agua caliente ni calentamos la casa cuando hace frío. Apagamos las luces pronto para asomarnos a la ventana y ver mejor el paisaje. Nos enseñaron a jugar al primero que se acueste sin cenar gana, y ganamos, vencimos en un juego que ya cansa. Que se lo digan a las familias de los más de cien mil niños que se encuentran bajo el umbral de la pobreza y ya no saben a qué jugar para convencer a un estómago que intenta abrir la nevera y no puede.

Muchos se han convertido en refugiados dentro de sus propios barrios, con escasas expectativas de encontrar un puesto de trabajo cuando las estadísticas muestran la realidad de 270.000 desempleados y cerca de 500.000 en situación de exclusión social. A nuestros mayores les regalamos resignación y los convertimos en sustentadores para compensar todo el esfuerzo realizado en sus años de trabajo: casi la mitad de los residentes con derecho reconocido a recibir ayudas a la dependencia continúan en lista de espera.

Los jóvenes son otro de los efectos colaterales de la estafa económica, y tal es así que los canarios situados entre los 26 y los 35 años, que representan un 27% de los asalariados del Archipiélago, acarrean una caída del 6,09% en sus percepciones, hasta los 12.996 euros. Además, se les ofrece la posibilidad de la movilidad exterior a manera de exilio ante la falta de oportunidades en su lugar de origen.

Siempre quedará la Ley del Suelo para crear 2.500 puestos de trabajo y promover los dos sectores necesarios para convertir en realidad la diversificación económica, como son la industria y el sector primario. El vegetarianismo sigue creciendo en Canarias.

@LuisfeblesC