En el casco lagunero había hace algo más de un año unos 200 puntos con pintadas. Unos, individuales, una sola actuación; otros, de varios, casi siempre amontonados, sin orden. En esa segunda categoría se puede englobar lo que ocurre en la trasera del actual mercado, en la plaza del Cristo.

Se quejan los comerciantes -en el último Consejo Municipal de Mercado, por ejemplo- de diferentes defectos en la instalación. Muchos de ellos son daños "internos", perceptibles sobre todo por el ojo experimentando de quienes pasan cada día por allí. No hace falta, sin embargo, ser recovero ni conocer el recinto como la palma de la mano para sorprenderse con el "paraíso" de los gamberros del espray -los que pintan todo lo que se les pone por delante sin ningún criterio estético- que se encuentran en la trasera de la ya popular carpa, la solución que se adoptó hace ya casi una década cuando hubo que desalojar la vieja recova.

Se trata fundamentalmente de "firmas", garabatos, alguna palabra de lectura solo apta para duchos en la materia... que se extienden de un lado a otro del corredor que va en paralelo a los muros del cuartel y de las dependencias anexas al Real Santuario del Cristo. Una vallas que llevan meses, o incluso más, acaban de completar este tributo a las pintadas, contra las que varias áreas del consistorio luchan desde hace tiempo. Es la otra cara del mercado; que no por menos visible es también menos antiestética.