Rebeca Rodríguez Francés nació en La Lajita, un pueblo pesquero al Sur de Fuerteventura, y el mar, que de niña y adolescente fue su espacio natural de juegos y de ocio, ya de joven se ha convertido en el medio donde se desarrolla profesionalmente. Rebeca es patrón de la "Salvamar Tenerife", una de las tres embarcaciones de intervención rápida con que cuenta Salvamento Marítimo en la Isla.

Está al mando de esta unidad y su equipo lo completan un mecánico y un marinero. Cuando el barco está atracado, Rodríguez se encarga de la administración y la gestión documental de la nave, así como de programar el mantenimiento de la misma. Cuando se pone al timón (un mando diminuto en el extremo de un apoyabrazos de su asiento), se concentra al máximo para hacer bien la tarea que tiene por delante en esos minutos. Y los tres tripulantes tienen bien asumida sus funciones en caso de rescates o de contaminación marina.

Con cuatro años empezó a nadar y con ocho ya cogía olas con una tabla o un buggy. Y años después subía a los barcos de pesca de bajura de los vecinos. Durante algún tiempo, también navegó a vela. Su bisabuelo fue timonel y dos tíos abuelos fueron, respectivamente, patrón de cabotaje a vela y motorista. Esos son sus antecedentes familiares vinculados al mar.

A los 19 años se fue a estudiar a la Escuela de Pesca y Navegación de Arrecife (Lanzarote). Con esa formación y algo de suerte, reconoce, pudo acceder a Salvamento Marítimo en un momento crucial, como fue el inicio de la "explosión" del fenómeno de la inmigración, a mediados de la pasada década. Europa aportó fondos para intervenir ante esa realidad de los movimientos migratorios por Canarias y aumentaron las bases en Canarias. Un día se acercó a la embarcación de Salvamento atracada en Gran Tarajal para ver si necesitaban a alguien y le dijeron que hacía falta personal, porque habían enviado un barco de refuerzo a Fuerteventura. En agosto del año 2005 empezó a trabajar como marinera. Y su "bautizo" profesional fue, como no podía ser de otra manera, con una patera.

En marzo de 2006 fue destinada a Arguineguín, tras la llegada de los primeros cayucos. Pero pocas semanas después, recibió órdenes para incorporarse a la base del puerto de Los Cristianos, escenario de la llegada de miles de inmigrantes subsaharianos durante los años 2006 y 2007.

Una década después de esa experiencia dura, Rebeca recuerda que esas personas, "cuando nos veían, su rostro reflejaba que se sentían salvados". Aclara que, "al final, la sensación llegó a ser muy humanitaria". Esta patrón de Salvamar Tenerife explica que, "para quien sabe lo que es un barco", tiene que haber mucha desesperación para "recorrer tantas millas, sin saber con certeza si vas a conseguir el objetivo, 80 o 90 personas, con poca comida, poca agua y haciendo las necesidades fisiológicas a bordo".

"Nuestra misión era salvar vidas y la realizábamos", recuerda Rebeca Rodríguez, quien aclara que "la sensación era muy positiva, sin entrar a analizar otros planteamientos, ni por qué la desesperación humana les hace poner en riesgo su vida".

A bordo de la Salvamar Alphard, además del patrón, del mecánico y ella, también trabajaban guardias civiles del Grupo Especializado de Actividades Subacuáticas (GEAS) llegados de varios destinos. Todos se coordinaban para agilizar y garantizar las tareas de rescate. Su tarea era "subirlos a bordo y estibarlos, es decir, colocarlos a bordo sin que estuvieran muy incómodos". Después, había que observar su estado físico y avisar al centro marítimo de Tenerife por si se requería algún servicio médico extraordinario.

La operación más delicada era el acercamiento de la Salvamar a cada cayuco, "porque se ponían muy agitados" y "nosotros teníamos que mantener el control". Rebeca Rodríguez recuerda que ellos aprendieron algunas palabras en francés, como "tranquilos" o "sentados" para que la maniobra no se complicara. "Aunque vinieran sin fuerzas, al subir a nuestro barco se revitalizaban y daban las gracias", dice. Comenta que, en una jornada de trabajo, llegó a estar entre 23 y 26 horas navegando por la intensidad en la llegada de cayucos.

En 2008, el fenómeno migratorio comienza a remitir y Rebeca ascendió a patrón. Su primer destino estuvo en Cataluña, en el Golfo de León. Y, tras dos años, empezó su trabajo en la base del puerto de Santa Cruz de Tenerife. Para llegar a su actual puesto explica que hay que combinar la formación académica con las cualidades para afrontar el trabajo en el mar.

Señala que la labor de la unidad en la capital de la provincia es muy variada, como el salvamento de vidas, la prevención de contaminación marina o la intervención si ya se ha producido, el remolque de barcos, la extinción de pequeños fuegos en embarcaciones, evacuaciones sanitarias, si fuera necesario, o bien la recogida de objetos peligrosos.

Manifiesta que lo más positivo de su actividad profesionales es poder trabajar en el mar.

Con relativa frecuencia, la "Salvamar Tenerife" participa en los dispositivos para recuperar los cadáveres de personas que caen o son arrastradas por el mar. Sobre este problema, la patrón indica que muchas personas pecan de exceso de confianza y aclara que en el medio marino no hay que descuidarse.

Recuerda un mensaje transmitido por sus mayores: "Al mar del Norte, no le des la espalda".