Para lo que voy a tratar quiero dejar claro que cuando escriba "padres" me estaré refiriendo tanto a padres como a madres; y cuando escriba "niños" lo será tanto a niños como a niñas, a menos que singularice.

Llevamos un tiempo conociendo del acoso escolar. Asunto este que ya ha deparado algunas muertes por suicidio ante el extraordinario sometimiento impuesto sobre un estudiante por parte de algunos de sus compañeros. Recuerdo mis tiempos de colegial, conviviendo con gran número de otros colegiales (en aquellos tiempos no se llevaba lo de 20 o 22 alumnos por unidad; éramos, seguro, más de 50) y en las diversas etapas nunca conocí acoso entre compañeros; sí alguna pelea que siempre estábamos prestos a separar. Hoy, a lo que se ve, las peleas se conciertan y jalean.

En aquellos tiempos la maestra, el profesor, era una autoridad. Y si te castigaba por no haber hecho la tarea, o no haber estudiado lo comprometido, o portarte inadecuadamente en la clase, no se nos ocurría quejarnos a nuestros padres porque, seguro, también éramos castigados en casa.

Hoy el concepto "sobreprotección" que ejercen algunos padres respecto de sus criaturas está llevando a situaciones extraordinariamente difíciles a los docentes. Niños hay de tierna edad (cinco o seis años) que no se privan de decirles a sus maestras que sus padres las van a denunciar; que atacan a sus compañeros dentro o fuera del aula con el objeto punzante que tengan a mano (vale un lápiz); que muerden a sus maestras y les arrojan objetos. Y los padres, cuando el tutor les pone en conocimiento de la situación, lejos de poner coto al comportamiento de su criatura, lo que hacen es arremeter contra el profesorado, montar la bronca y amenazar con lo que la niña decía: "La voy a denunciar".

Unos padres que se comportan de tal manera están creando monstruos para el futuro. A lo peor por aquello de "honra merece el que a los suyos parece" o "de tal palo tal astilla". No acierto a comprender cómo es que hay padres que se comportan de tal guisa. Pero haberlos, haylos. Están ahí, creando serios problemas en los centros educativos; considerándose con todo el derecho de humillar y amenazar al profesorado y sin ningún deber respecto a la convivencia y la educación.

Y mientras estas cosas ocurren, se me hace que las Ampas correspondientes no ejercen medida alguna para poner a esos padres en el sitio que les corresponde. Y lo que es peor, me temo que tampoco la Inspección educativa; no sé si por pasotismo o por "acongoje" ante esos padres energúmenos. Y los maestros, a sufrir.