El 19 de enero de 2016 se cumplieron 200 años del fallecimiento de Luis Gonzaga de la Encina, obispo de Arequipa (Perú) entre 1810 y 1816. Esta razón impulsó a un grupo de canónigos a rogarle al sacerdote e historiador Julio Sánchez que abundara en la vida de este "emigrante" canario.

Fue tal el volumen de documentación recopilado, que Sánchez cayó en la cuenta de que se hacía necesario publicar dos volúmenes. De ahí el título de la obra: "Luis de la Encina, obispo de Arequipa, y su paje Antonio Pereira". Y es que, como reconoce el autor, "no podía ser de otra manera", dado que "entre ambos personajes se había creado un estrecho y excepcional vínculo paterno-filial que reclamaba una biografía conjunta".

A propósito, rememora Sánchez su visita a la ciudad de Arequipa en 2002: "Quedé encantado por su enorme belleza, sus monumentos y la cordialidad de sus habitantes". Fue entonces cuando Carmen Gloria Díaz Jara, directora del archivo arzobispal, le facilitó fotocopias de documentos recogidos en los libros capitulares y las visitas pastorales del obispo canario y, tanto en Arequipa como en Lima, hizo acopio de los libros más significativos sobre la historia de la iglesia peruana.

Del obispo se recogen sermones, oraciones fúnebres y rogativas, así como cartas y edictos pastorales durante el breve tiempo de su episcopado, mientras de su paje, Antonio Pereira Pacheco, se reproduce su ingente obra escrita y la mayoría de sus dibujos y pinturas, más de trescientos. "Sus diarios de viaje están descritos con una literatura encantadora", comenta Sánchez, que los llega a comparar con obras clásicas como "La Odisea" (Homero) o "La Eneida" (Virgilio), con un estilo cargado de "dulce ironía".

La obra, de cuatros partes, sigue un orden cronológico: "Luis de la Encina en Gran Canaria", "Obispado de Luis de la Encina en Arequipa", "Estancia en Lima de Antonio Pereira Pacheco y regreso a España y Canarias tras la muerte de Encina" y "Estancia de Antonio Pereira en Tenerife como prebendado de la catedral de La Laguna y párroco de Tegueste". Cada capítulo está enriquecido con apéndices documentales.

Uno de los valores destacables de la obra reside en su contextualización, como así reconoce el catedrático Manuel Lobo Cabrera. Y es que durante la estancia del obispo en Canarias y Perú se inició la Guerra de la Independencia, a causa de la invasión de los ejércitos napoleónicos y el cautiverio del rey Fernando VII. Al tiempo, en varias colonias americanas prendía la llama de la emancipación y los procesos revolucionarios. Tras de la muerte de Fernando VII, el liberalismo anticlerical predominó en los gobiernos de la monarquía de Isabel II. De la Encina, que siempre se mostró fiel a la Corona ,se opuso a los "rebeldes" y se vio envuelto en los dos primeros acontecimientos, mientras su paje Antonio Pereira fue protagonista directo de los tres.

Julio Sánchez describe al obispo como "una persona que destacaba por su espíritu amable y cordial, por su desprendido amor hacia los indígenas, los mestizos y los desposeídos. Y tal fue su dedicación hacia los demás que murió arruinado".