Vivimos en una tierra con fiebre proteccionista que quiere poner puertas, muros, alegatos proteccionistas; que si un saltamontes en Las Manchas en La Palma, que si una salamandra en el barranco de Erques, los escarabajos de La Tejita, el cardo de plata, la piña del mar... Nos parece bien. ¿Y los campesinos no son una especie en vías de extinción? Si hacemos una lectura de lo que ocurre en el territorio, desde Betancuria a Garafía, encontramos numerosas localidades en las que no se labra un almud de tierra, no tienen una vaca, cabra u oveja... Todas las tierras "balutas", si leemos los datos de las altas en la Seguridad Social, significan que menos del 3% de los activos en Canarias, es decir, menos de 25.000 personas, están cotizando, cuando hace años teníamos como activos más del 20% de los activos de las Islas. Es decir, hemos declarado como protegido en Canarias aproximadamente el 50% del territorio; eso sí, sin presupuesto, porque ni tan siquiera ponemos recursos económicos y hacemos para gestionar, tanto los supuestos espacios protegidos como aquellos en los que hacemos surcos, que en Canarias es la pírrica cifra de cuatrocientos kilómetros cuadrados, es decir, el 5,2% de la superficie de las Islas de algo más del 15% tierras cultivables, y lo que es peor: tenemos una huida del medio rural, con la pérdida de población, no solo sin relevo generacional, pérdida de conocimientos, desvinculación al territorio, despoblamiento como sinónimo de empobrecimiento a dejar huérfanos de humanos. Más de veinte municipios han perdido población en los últimos años en Canarias; no solo tierras, aguas, instalaciones desde cuevas, estanques, frutales cubiertos de maleza, empobrecimiento en el sentido amplio.

Secamos las fuentes que manan sabiduría y nos quedamos buscando poquémons...

Los campos cubiertos de maleza, sin relevo generacional. Canarias debe tener la mayor superficie de tierras balutas de los últimos cuatrocientos años, campos cubiertos de aulagas, magarzas, tabaibas, verodes, rabos de gato, zarzas helecheras, hinojos, granadillos... Qué decir de frutales adaptados a la aridez, cultivados antaño en nateros, zanjas, ribazos, bordes de malpaíses, variedades de frutales propios de las zonas áridas.

Dignificando cultura y espacio.-

Variedades de higueras, almendros, damasqueros, guindos, castaños, nogales... Qué decir de chicharos, habas, garbanzos, variedades de cereales, papas, intercambios de semillas entre distintas zonas climáticas y suelos complementarios, costa, monte, norte, sur. Una sabiduría que nos hacía más sostenibles en el territorio, desde los nateros del barranco de Tenegüime hasta las rozas en la montaña de San Antonio en Garafía.

Dignificando plantas y conocimiento local, cultura y espacio, hacíamos útiles territorios con condiciones adversas. La paciencia, la tenacidad de nuestros campesinos, ponían el resto. Por ello, las higueras cultivadas en el barranco de Tenegüime (Lanzarote) y La Empalizada con El Hierro eran marcadamente diferentes. Qué decir de los castaños de Arafo y La Victoria en dos medios bioclimáticos marcadamente diferentes.

Vivencias locales y aportes de los emigrantes potenciando unos recursos locales, con aportes de sabiduría en el mundo empírico de acierto y error, como herramientas básicas, en el campo, cargadas de intuición y sabiduría enriquecida en muchos aspectos por la emigración. Valga como ejemplo las papas de color con fuentes en la isla de Chiloé y en los Andes. Qué decir de los mangos y aguacates y nuestros emigrantes con numerosas plantas introducidas, como es el caso de las batatas aclimatadas, incluso a los secanos de las Islas con pluviometría que no alcanza el 10% de los trópicos de procedencia.

Más preocupación por los lagartos de Salmor que por nuestros campesinos, maltratados e ignorados tanto en el plano cultural como económico, imperando una cultura urbana globalizada que devalúa lo local, lo pequeño, lo nuestro, asociando el campo al pasado, a la ignorancia, a la miseria.

Demandamos la revalorización del mundo rural, tanto en el plano cultural como económico. Valga como referencia que de los diez mil parados de La Palma, menos del 5% declaran ocupación agraria.

Pueblos en los que los agricultores los podemos contar con los dedos de la mano; la declaración del 50% del territorio como protegido es una medida voluntarista, ya que no se han presupuestado partidas económicas para tal declaración de intenciones. Tampoco hemos valorado la complementariedad de la naturaleza y el mundo rural de los agricultores y ganaderos como elementos activos, responsables históricos de la riqueza ambiental de Canarias y aportación básica de alimentos en la historia de las Islas. Tradicionalmente alimentos y medioambiente han sido elementos básicos en la gestión del territorio entre agroagricultura y medioambiente.

Los agricultores no se merecen guetos cargados de medidas, cancelas, gambuezas, puertas y barreras dictadas desde los despachos alejados del medio, su cultura y la gestión de las Islas.