Dentro de las penurias en las que se mueve la cultura en las horas negras, ilusiona contemplar iniciativas como "Miniaturas", que, en el Círculo de Amistad, reúne a treinta y nueve artistas y doscientas veinte obras, con libertad temática y estilística y bajo el exclusivo límite de los 25 x 25 centímetros. Comisariada por Joaquín Castro, la muestra colectiva rinde homenaje a tres artistas desaparecidos: el tinerfeño Bonnín Miranda y los palmeros Siro Manuel Lorenzo y Roberto Rodríguez.

En la pauta de la pintura regional, cuyas señas de identidad atraen aún al gran público, se incluyen los óleos de Ana María González y las aguadas de Florentina Pérez, las estampas de Chari Duque, las postales de Pedro Rocha, las marinas de distancia y hondura de Candelaria Rodríguez, las vistas rurales de Orquídea, los dibujos insistidos de Felipe Torres, las tapias y balcones floridos de Merce Aparicio y, en despliegue de facultades para paisajes, tareas y folclore, Julio Padrón. A esta corriente visual, se suman los gratos bodegones de Tegeiro, los sintéticos de Portero y los floreros lucidos de Tatiana, las derivas posimpresionistas de Hodgson, de breve cromatismo, y Celestino Mesa, las lecturas propias de Jaime Graham y Dámaso Carrillo, las tareas de espátula de Rodríguez Solís, las evasiones modernistas de Gladys de Armas, las ilustraciones literarias de Juan Carlos Sánchez, las libres manchas de Freya, las texturas de Pilar Brito, las geometrías de Oliva, la exuberancia de Hugo Pitti, el repertorio gestual de alegrías infantiles de Nazareth, los ejercicios cinéticos de Meritxell, los caprichos de García Ramos, las excelencias fitográficas de Andrea Alvarado y los fotomontajes tinerfeños de Victor Ezquerro.

Con el encanto del pequeño formato, Miguel González nos regala bellas propuestas más allá del asunto -ahí está su pasmosa versión de un mártir Sebastián contemporáneo- y Toba un juego de proporciones entre geologías y frutos, olas y vegetales; Ciro Manrique, la secuencia de una mágica marioneta; Carmen Muruve, el prodigio de la luz en el bosque; Edy y Conrado Ruiz, el valor de la técnica y Ariam, con el dibujo, las inmensas posibilidades de la plumilla y el óleo cuaresmal para tratar la anatomía humana.