Desde el esfuerzo infatigable de Brian Morris por alumbrar la personalidad creativa y humana de Pedro García Cabrera, como así lo definió Belén Morales en la introducción al acto celebrado ayer en el TEA Tenerife Espacio de las Artes, se desgranaba una lectura crítica y cercana de la única obra en prosa de este gomero universal, "Los senos de tinta".

Tras la introducción de la profesora, quien definía a Morris como un "acróbata", capaz de dar un "salto más hacia el abismo y el vacío" y a quien dotó de las virtudes de una "cordialidad" que se trasforma en "fraternidad con el lector", se abrió la aventura crítica.

En su ponencia, titulada "El foco mágico de Pedro García Cabrera", el intelectual Brian Morris fue desgranando las particularidades de un relato de factura surrealista en la "fantasía, los verbos y adjetivos", que desde la evocación de metáforas e imágenes, se presenta con "una prosa flexible, melodiosa y sinuosa". A lo largo de su exposición, Morris se refirió a la "defensa de la imaginación" que se manifiesta en las líneas de un texto donde la palabra de un narrador omnisciente actúa como altavoz de ese mundo interior y al que Pedro García Cabrera permite hacerse con las riendas.

Y es precisamente esa complicidad que mantiene García Cabrera con su protagonista la que conduce a que el narrador no cuente "lo que el protagonista veía y sentía, sino lo que pensaba".

En "Los senos de tinta" palpita un ambiente de "angustia, de zozobra y de insomnio", de momentos torturados, consecuencia de la "derrota de un hombre atormentado", explicó Morris.

Esta condición se hace visible "en la obsesión por las formas redondas", señaló Morris, a propósito de la figura de los senos, imágenes que se proyectan a partir del foco de lo mágico.

Y sobre ese foco mágico al que se refiere se suceden las escenas, una serie de secuencias que no son sino el producto de una "mente febril, de lo visto y lo soñado", porque "no hay nada más privado que el sueño".

La compañera del protagonista se presenta de una manera ciertamente pasiva, como "una mujer indefensa y vulnerable". Y la belleza convulsiva representa "una tensión que se resuelve con palabras".

De fondo, amor y deseo, odio y frustración.

Entre líneas subyace "el despertar a la sexualidad de la adolescencia y la pérdida de la inocencia", subrayaba Morris durante su disertación.

Y a manera de corolario, el final de "Los senos de tinta" se dibuja con un cierto suspenso, "como esa oscuridad donde no es capaz de penetrar la luz", la que genera un ambiente de misterio.

Entre la realidad y la palabra "hay un mundo que desconozco".

Brian

Morris

intelectual