Los trabajadores de este país nos hemos pasado toda la vida pagando el dinero de las pensiones de otros. Esa es la base del sistema. Los que trabajan pagan lo sueldos de los jubilados. Pero el panorama que tenemos hoy es que trabajan 17 millones de personas que pagan unos 16 millones de sueldos públicos: diez millones de pensiones, tres millones de empleados públicos y tres millones de subsidios y ayudas al desempleo. La deuda pública asciende a más de un billón de euros. La caja de las pensiones está casi vacía y ya hay que cubrir vía presupuestos las pagas extraordinarias. Esto tiene muy mala pinta.

Los partidos políticos tienen una mesa llamada Pacto de Toledo que se encarga de analizar el futuro del sistema de pensiones. No han tenido la decencia de convocar urgentemente una reunión para analizar cómo vamos a salir del atasco. El Gobierno piensa que todo se va a solucionar con el crecimiento económico. Metiendo más trabajadores en el sistema habrá más gente pagando. Pero la situación del mercado, con un excedente de trabajadores, hace que los salarios privados estén por los suelos.

No hay que tener más luces que la linterna de un llavero para prever que nos van a estafar. Que más pronto que tarde la solución que estas lumbreras que tenemos como políticos va a ser bajarnos las pensiones para poderle pagar a todo el mundo, con el argumento de que mejor es cobrar todos un poco que quedarnos todos sin cobrar. Pero eso, simple y llanamente, sería una estafa. Porque vendría a significar cambiar las reglas de juego al final de la partida, después de toda una vida tributando para asegurarte una vejez media decente.

Mucha gente piensa que el Estado del Bienestar se sostiene solo. Pero eso es más falso que un duro de chocolate. Lo garantizamos los ciudadanos y las empresas a través de los impuestos a las rentas, al capital y al consumo. La crisis nos ha llevado a estar endeudados y a que los beneficios de las empresas hayan caído de los 44.000 millones del año 2007 a los apenas 20.000 del año pasado. De los tres millones de empresas que hay en este país, la práctica totalidad son pymes. Los pequeños comercios, tiendas, bares, empresas de reparaciones... no son las Sicav multimillonarias que tributan al 1%. Los sueldos se han ido al suelo porque sobran trabajadores y los salarios se han ajustado a la baja. ¿Cómo se sostiene este tinglado?

Las reglas de austeridad sólo se han aplicado en la crisis al gasto en servicios públicos. Las Administraciones públicas han salido de la recesión igual de gordas que como entraron. No hemos visto por ninguna parte esa gran reforma de los gastos de funcionamiento del Estado, de lo que se gasta en administrar el dinero que pagamos para que se nos devuelva en servicios y prestaciones. Salimos de la crisis apretando las tuercas de los impuestos sobre las costillas de los consumidores. Ya verán que para salir del pufo de las pensiones volverán a pagar los mismos. O sea, nosotros.