¡Estoy embarazada! Llega el día en el que te enteras de que estáis esperando un hijo; para muchos una alegría y para otros no tanto. Pasado el gran momento inicial y ya asimilada la noticia, al son de la evolución del embarazo, comienzan las ilusiones: ¿cómo será?, ¿cómo tendrá el pelo?, ¿a quién se parecerá?... Un sinfín de ideas maravillosas rondan tu cabeza todo el tiempo, se juntan, sueñas... Te lo imaginas y hasta lo ves en diferentes momentos de su vida. Preparas todo para la llegada de ese bebe: ropita, cuna, la decisión del cochecito. Empiezas a organizar tu hogar y tu vida en torno a la llegada del nuevo miembro. Te pasas la mano por la barriga y os sentís dichosos por la vida que llevas dentro. En esos momentos vuestros únicos miedos son que el embarazo vaya bien y que el parto sea lo mejor posible.

¡Nacimiento! ¡Qué feliz acontecimiento...! Con la depresión posparto y la adaptación a la nueva vida que ha llegado, pasan los días y los meses: revisiones, vacunas, y vuestro bebe crece. Lo observáis constantemente, aprendéis a conocerlo y a ver sus particularidades. Hay algo raro, pero nadie os dice nada. Lo habláis entre vosotros, pero con sombra de duda y esperanza de que no sea nada. Hasta que un día, como si de un jarro de agua fría se tratase, al ver cómo se relaciona, os dais cuenta de que vuestro hijo no es normal, no se comporta ni actúa como los otros. Es diferente...

Vivimos en una sociedad donde lo "no normal" se señala, se aísla y se aparta... Es duro cuando es a vuestro hijo al que le toca. En el colegio hay problemas, en la familia hay problemas y con los amigos hay problemas. Diferentes etiquetas rondarán en la cabeza de esos padres en función de lo que observan, asperger, superdotación, trastorno de atención, hiperactividad, etc. Pasarán por un listado de psicólogos o diferentes profesionales buscando la respuesta. Se hará en la intimidad del núcleo familiar. Cuesta asumir.

Diferentes testimonios de padres en esas situaciones trasladan el dolor de lo que se vive. No les dicen, se hacen silencios y viven en soledad la dureza de luchar cada día contra el mundo buscando un hueco para su hijo. No existe pensamiento más constante y más intenso dentro de ellos, día tras día. El crecimiento se hace un arduo camino donde la tristeza y la pena les acompañan. La frustración y la esperanza se mezclan, no saben qué camino es el mejor para escoger, viven en constante duda decidiendo qué es lo mejor y qué oportunidades pueden darle para que se convierta en un adulto feliz y autosuficiente.

El mundo os juzga por lo que hacéis y por lo que no... Ellos lo harían mejor.

Puede peligrar su propio matrimonio y la estabilidad de cada uno de ellos en esa constante batalla, porque cada día os seguís sintiendo solos ante un mundo exigente de perfección e intentando luchar por un hijo, para que salga adelante. La única persona que cree en él sois vosotros y seguís ahí. La fuerza de esa fe hace que continuéis, en silencio y con rabia, con ganas de demostrarle al mundo que él va a poder. El dolor de ver cómo lo rechazan en la escuela, cómo se ríen de él sus compañeros, cómo vuestra vida social se merma, debido a lo difícil que es adaptarse a este tipo de niños, hacen que la soledad o el aislamiento se apoderen de vosotros aun viviendo rodeados de personas.

¿Cómo se sobrevive a eso? Hay que ser fuertes; la situación os hará fuertes. Os unirá u os separará. Aprenderéis quién es quién, y dejáis de lado a quien no os comprende o a quien no os apoya. Aprendéis a caminar solos, con culpas o con dudas, pero camináis. Cuando aparecen nuevas ideas se enciende la luz, esperando que esa funcione. Ayudáis a vuestro hijo, os convertís en su apoyo, en su centro. Su autoestima es baja, las inseguridades lo invaden, se siente solo, el mundo en el que se mueve no es bueno con él, y se da cuenta. Buscará afecto de cualquier persona: una mirada agradable, una sonrisa, unas buenas palabras lo llenarán de alegría. Hará de todo para llamar la atención. Creará un mundo particular donde se sienta seguro: su cuarto, sus juegos, su música, sus libros...

Lo único que podéis hacer es llenaros de paciencia. Es una carrera de fondo, día tras día, año tras año, a seguir en la lucha, sin dejar de creer en él, transmitiéndole seguridad y amor. Crearéis un micromundo donde estaréis las personas elegidas que consideréis que puedan aportarle, y si no hay nadie, será solo vuestro. Cuando llega la adolescencia y no tenga un grupo de amigos, aumentarán las situaciones complicadas. Buscadle un "hobbie", algo que le apasione; así podrá sacar fuerzas y ganas, se sentirá bien. El diálogo y la compresión son indispensables; complicado, porque al mismo tiempo hay que educar y poner límites. No sabéis cuándo ceder y cuándo ser rígido. Podríamos escribir y escribir y escribir dando consejos y explicando cómo os sentís. Es difícil lo que os ha tocado vivir; no era vuestro sueño ni vuestro deseo, pero es lo que tenéis y hay que seguir en ello. Cuidaos mucho, mimaos, reforzaos, rodeaos de buenas personas, que la pareja sea un apoyo, tened ilusiones, metas propias, creced como personas, quereos. Al final merecerá la pena. Una sonrisa os llenará la cara, la satisfacción os invadirá. Lo habéis hecho bien. Ver a vuestro hijo llegar contento y satisfecho no tiene precio.

*Psicóloga y terapeuta

anaortizpsicologa.blogspot.com.es