Ni la Alemania de hoy ni su actual líder, Angela Merkel, serían lo que son sin la figura de Helmut Kohl, el canciller que apadrinó políticamente a la que llamó su "muchacha del este" y que, en un momento dado, vio cómo ella se emancipaba del patriarca para marcar su propia historia.

A Kohl se le suele atribuir el papel de "descubridor" de Merkel, la joven crecida en territorio comunista a la que en 1991, dos años después de la caída del muro berlinés, convirtió en ministra de Mujer y Familia del primer Gobierno de la Alemania unificada.

En realidad ese papel correspondió a Lothar de Maizière, jefe del Gobierno de la República Democrática Alemania (RDA) en la fase de transición hasta su disolución, quien eligió como viceportavoz a esa joven doctorada en Ciencias Físicas y neófita en la política.

De Maizière reconoció en Merkel características atípicas en el ámbito político, como la capacidad para resolver el problema más complejo examinando cada una de sus partículas.

Pero ni de lejos adivinó De Maizière las dotes de liderazgo con las que hoy se identifica a Merkel, en busca de la reelección para una cuarta legislatura, aunque aún por debajo del récord de dieciséis años de permanencia en el poder de Kohl.

Kohl la adoptó como miembro de su Ejecutivo, necesitado de jóvenes talentos surgidos de la RDA que no estuvieran marcados por el régimen que construyó el muro.

El apodo de la "muchacha del Este" reflejaba el paternalismo con el que la integró en su equipo como ministra de la Mujer, para encargarle en la siguiente legislatura una cartera más acorde con su formación científica, Medio Ambiente.

El gran momento de Merkel no llegó, sin embargo, hasta 2000, cuando el diario "Frankfurter Allgemeine", paradigma de la prensa conservadora, publicó un artículo de opinión suyo llamando a la Unión Cristianodemócrata (CDU) a emanciparse del patriarca.

Merkel era entonces secretaria general del partido que Kohl había presidido durante 25 años y que, tras su derrota electoral ante el socialdemócrata Gerhard Schröder, en 1998, había pasado a presidir su eterno delfín, Wolfgang Schäuble.

Al paso a la oposición de la CDU siguieron las revelaciones de una red de financiación irregular durante la "era Kohl" que hundió al partido en el peor escándalo de su historia.

Schäuble tuvo que apartarse de la presidencia y asumió Merkel las riendas de la formación política en un momento en que la mayoría de sus barones prefirió no quemarse.

Kohl y su partido entraron en una fase de práctica ruptura, mientras Merkel se encargaba de sanear la formación.

El patriarca nunca reveló los nombres de sus teóricos "donantes secretos"; las tensiones entre él y el partido fueron suavizándose y hubo amagos de reconciliación con Merkel tras recuperar ésta la cancillería para la CDU, en 2005.

Pero Kohl nunca le perdonó del todo lo que consideró una traición y han sido frecuentes sus descalificaciones a la líder de la primera potencia de la Unión Europea (UE), a quien a menudo ha recriminado falta de olfato político o de europeísmo.

Ya en lo personal, fueron ilustrativas de ese rencor las palabras aparecidas en unas memorias no autorizadas, difundidas por la prensa popular, donde aseguraba que cuando la descubrió entre la cantera de políticos del este del país, ni siquiera sabía usar correctamente el cuchillo y el tenedor.

"Fue un gran alemán y un gran europeo", dijo hoy Merkel del patriarca fallecido.