Nos planteamos dónde y qué estudiaremos, decidimos cómo será nuestro matrimonio y nos trazamos aspiraciones en materia de vivienda o trabajo, pero la vejez, sin embargo, llega de repente, nos coge por sorpresa y sin grandes planes. Todos queremos seguir en casa -sin ser una carga para los hijos- y rehuimos las residencias -donde se pierde el control sobre la propia vida-. Un grupo de 20 personas ha dado los primeros pasos para tener una alternativa habitacional que no los "desconecte de la sociedad" y garantice un envejecimiento activo. El resultado ha sido el nacimiento de la Asociación Canarias Cohousing. La organización aspira a poner en marcha la primera cooperativa residencial "senior", es decir, un complejo donde puedan vivir compartiendo gastos y con la atención sociosanitaria necesaria cuando se llega a cierta edad.

La asociación se constituyó en diciembre de 2016, pero el trabajo previo se prolongó más de un año. Durante ese tiempo, los miembros fundadores llevaron a cabo charlas, participaron en ferias solidarias y empezaron a diseñar su página web. Al principio a las citas acudían más personas interesadas, pero cuando entendían en qué consistía este modelo cohabitacional empezaban las dudas. El mayor inconveniente es que un proyecto de este tipo no lo hace un promotor, sino que se crea entre todos. Eso quiere decir que tarda tiempo y requiere esfuerzo, es decir, sacrificios. En una época tan veloz como esta, detenerse a pensar, imaginar y negociar con otros no atrae a la primera.

Adrián Rodríguez, uno de sus promotores y doctorando en Desarrollo Regional por la Universidad de La Laguna, presentó la iniciativa esta semana en el marco de las jornadas que regularmente lleva a cabo la Cátedra de Empresa de Economía Social y Cooperativa para promover alternativas a la economía tradicional.

Rodríguez, graduado en Arquitectura y definido por el director de la cátedra, Cándido Román, como "un arquitecto social", explica que muchos de los curiosos que se acercaron a las primeras reuniones pretendían que él les presentara ya un complejo residencial y les informara de las condiciones para acceder. "No funciona así; la implicación de quienes van a convivir es fundamental", destaca.

Esa premisa no quiere decir que los usuarios vayan a vivir en "una comuna" o que pierdan derechos, como sus pensiones. Estas dudas, motivadas sobre todo por la falta de información de un modelo residencial que apenas existe en España, aparecen también en muchas de las reuniones. Comprometerse en una iniciativa de estas características sí quiere decir, en cambio, que tienen que decidir entre todos dónde estarán y cómo serán sus viviendas. Es consciente de que "no todo el mundo vale" y de que el propio proceso -dilatado en el tiempo- expulsa de manera natural a quienes no se encuentren cómodos o se cansen.

Explicar cómo funciona el "cohousing" no es sencillo. No se trata de comprar un piso barato y tampoco es un alquiler al uso: es una tercera vía -la puesta en marcha de una cooperativa en cesión de uso- que no está exenta de complicaciones, pero que abre un espacio para repensar la vejez en el momento de la historia en el que vivimos más años -muchos en óptimas condiciones- y el Estado del Bienestar no se sostiene como antes.

Hay varias formas de articular el "cohousing", pero lo habitual es que los interesados creen una cooperativa de cesión de uso. Eso implica varias premisas: que el usuario no es propietario de la vivienda, sino del derecho a usarla; que este derecho puede ser indefinido en el tiempo y darse en herencia en función de criterios económicos y sociales; y que el derecho de uso se puede comprar, vender o intercambiar a un precio regulado que evite la especulación (generalmente contemplado en los estatutos de la cooperativa).

Además, para desarrollar el modelo no es necesario poseer un suelo. Lo ideal es que la administración haga una cesión de espacio para este uso, pero también hay casos en los que las cooperativas han comprado el suelo y luego han edificado siguiendo estos principios.

"Este modelo, que no se puede transformar en un modelo de propiedad o alquiler tradicional, permite a la administración y a la sociedad facilitar vivienda a los ciudadanos sin perder suelo público", ya que es una cesión para un uso.

La fórmula del "cohousing" no es nueva. En los países nórdicos saben bien qué significa "habitar" un espacio de esta forma. El modelo de cooperativas Andel (Dinamarca) lleva décadas en funcionamiento.

La iniciativa de ponerlo marcha en Canarias nació a partir de varias conversaciones de Adrián con sus padres. "Surgió hablando sobre la vejez y las experiencias de este tipo que se están llevando a cabo ya en otros lugares", explica. En España ya hay ejemplos, en Cataluña o la Comunidad de Madrid, que "demuestran que esto es posible, que no es una utopía". Todos los proyectos que existen ahora en España de "cohousing" son "senior", es decir, pensados para la vejez.

La cooperativa funciona bajo un régimen de autogestión, democrático, en el que cada persona tiene voto. La implicación es necesaria frente al modelo de cuotas de las comunidades de propietarios, porque lo más importante para ser usuario de este modelo es tener una militancia cívica decidida. La historia demuestra, dice, que es posible. No se trata de inventar nada nuevo, sino de usar herramientas que ya existen. "El primer cohousing lo hicieron Las chicas de oro, ¿no?".

Ejemplos de "cohousing" en España

Brisas del Cantábrico, en Cantabria, es uno de los ejemplos citados por Adrián. Se trata de una asociación de "cohousing" que planea un complejo residencial y ya disponen de 70.000 metros cuadrados para llevarlo a cabo. En Cataluña también se están dando pasos en el mismo sentido y hay varios proyectos, como La Muralleta, y Madrid también cuenta con algunos proyectos de este tipo. En alguno incluso se puede entrar a vivir ya, como el caso de Trabsensol, pero de mayor coste económico.

Investigación con el IASS

La Cátedra llevará a cabo un estudio pionero con el Instituto de Atención Social y Sociosanitaria de Tenerife para conocer el perfil del usuario de este tipo de alternativas habitacionales. En la actualidad, la asociación canaria tiene 20 miembros activo, pero 120 están inscritos como demandantes de información. "Todo el mundo no puede dedicarle el mismo tiempo y hay distintos grados de implicación", explica Adrián.