En los próximos días se votará en el Parlamento de Canarias la nueva Ley del Suelo, que es sin duda una oportunidad para nuestra tierra. Partimos de la premisa de que no va a ser la panacea que solucione todos los problemas, pero sí va a servir para arreglar algunos, bastantes, y esto es una buena noticia. Todo lo que sea simplificar y cambiar la normativa actualmente existente ya es un paso adelante. La inflación de leyes sobre el territorio que padecemos en Canarias conforma tal maraña legislativa que imposibilita cualquier actuación rápida, eficaz y resolutiva. No cabe duda de que es un clamor de la mayoría la imperiosa necesidad de agilizar aquellos proyectos viables que creen empleo y riqueza social.

Una ley que incida sobre el territorio tiene un impacto relevante en la actividad económica en general y no exclusivamente para un sector determinado, porque tiene implicaciones sobre toda la sociedad. No se trata de calificar más suelo porque sí, sino permitir la viabilidad de las iniciativas empresariales y particulares, en aquellos suelos ya aptos para acoger proyectos de la más variada índole. Tenemos entre todos, sociedad civil y sociedad política, que conformar una estrategia que no pretenda ir a más, sino a mejor. Hay que contar con preceptos claros y ágiles que den certidumbre y sin riesgo para salvaguardar los valores ambientales.

Como sucede en el acontecer de la vida, lo sencillo es nítido, por lo que simplificar es, sobre todo, agilizar y dar mayor seguridad jurídica; lo que embrolla es lo complejo, que lleva a la confusión y al caos, a la rigidez y a las tensiones entre las distintas Administraciones. Evitar la incertidumbre que se refleja en la espera sin término de tiempo para resolver cualquier expediente da transparencia en la toma de decisiones, unido a la clarificación de competencias y a la simplificación del planeamiento. Esta nueva Ley del Suelo puede ser (y así lo esperamos muchos) el comienzo de una nueva etapa en la gestión del territorio que signifique un impulso vigoroso a la creación de empleo en todos los sectores productivos canarios. Porque no es ni debe ser una norma sólo para los empresarios, sino una disposición para la sociedad entera y el empleo, ya que es necesario democratizar el urbanismo y sacarlo de los cenáculos cerrados de los entendidos.

En Canarias ha florecido en las últimas décadas el "noísmo": una tendencia minoritaria pero paralizante, inmovilista, estéril, ante cualquier propósito de inversión, progreso, crecimiento económico o social, dando nacimiento al ecologista de cuello blanco, iluminado, buen despacho y futuro asegurado que dice "no" a todo. También tenemos a los "políticos judicialistas", que, a falta del apoyo popular, siempre en la oposición, buscan el protagonismo en los tribunales de Justicia y en el circo mediático. Unos y otros se han declarado acérrimos detractores de la nueva Ley del Suelo (se esperaba, por sus talantes intransigentes e iluminados). Su ideología intervencionista no reconoce ni llega a entender la mayoría de edad de la ciudadanía, y por eso se convierten en guardianes de un orden que quieren imponer al resto de la sociedad. Seguro que judicializarán todo a partir del día después de la aprobación de la nueva ley; es su manera y forma de parar, retrasar, obstaculizar el progreso, desarrollo, crecimiento social y económico de nuestras islas. Ellos sabrán lo que hacen o dejan de hacer, porque, como decía Sacha Guitry, "hay personas que hablan y hablan hasta que encuentran algo que decir".

Desde una perspectiva de la libertad y del bien común, es razonable una ordenación del territorio, estableciendo aquellos límites y condicionantes que requieran una protección especial, porque el suelo es un bien escaso y una de nuestras mayores riquezas. Es el momento de poner a las personas por encima de cualquier otra consideración, y la dignidad de las mismas exige la responsabilidad de crear aquellas condiciones que permitan un avance en la calidad de vida de los ciudadanos y en asegurar un futuro estable y con oportunidades para nuestros hijos y nietos, mirando para delante, protegiendo lo que vemos y construyendo el mañana.

*Presidente de Fepeco