Sin duda, el tiempo pone a cada uno en su sitio, refrán castellano que no suele fallar. Y nos referimos al autor de frases como "los demócratas hemos perdido a uno de los nuestros", en referencia al fallecimiento de Hugo Chávez, y que pone a Venezuela como ejemplo y dice sentir envidia de los españoles que viven en ese país, al que también pone como ejemplo democrático para los ciudadanos del sur de Europa (donde han asesinado a jóvenes en varias manifestaciones). El mismo que dice que el terrorismo tiene explicaciones políticas sin hablar de las víctimas, pero sí que los presos de ETA deberían estar en libertad. El que dice que un gobernante decente debería expropiar y lo compara con democracia. "Ser demócrata es expropiar", dice. Ese mismo que asegura que la tenencia de armas de fuego es un derecho "y una de las bases de la democracia", o que "donde existe propiedad privada existe corrupción", o el que se proclama comunista (su implantación nos ha costado más de cien millones de muertos en el mundo), o el que dice lo que le conviene, según donde esté y sin ruborizarse. No tiene vergüenza ajena ni factores inhibitorios, y eso es muy grave. Porque proclamarse "macho alfa" es sobrepasar las leyes de la naturaleza y de la política.

Ese al que nos referimos es el protagonista de lo que hemos vivido esta semana en el Congreso de los Diputados, con un instrumento democrático que nos hemos dado, como lo es la moción de censura, pero cuya finalidad ha sido adulterada de forma clara. Allá él. Simplemente se llama Pablo Iglesias. Líder "alfa" de un partido que ha recibido el apoyo de varios millones de ciudadanos, a los que cada día defrauda más.

El esperpento se saldó con una abultada derrota, y es que nada menos que el 76% de los diputados impidió, con su voto en contra o con su abstención, que Pablo Iglesias sea presidente del Gobierno de España. O lo que es lo mismo; 170 noes, 97 abstenciones y 82 síes, pero sobre todo fue una oportunidad, con luz y taquígrafo, de ver quién es cada uno.

Hemos vivido la tercera moción de censura de la Democracia, que también esta misma semana cumplió cuarenta años. Los más importantes de la vida de España, tanto en lo social como en lo económico. Todas han terminado de igual manera: perdiendo el proponente, y eso no es malo en sí mismo. Es únicamente un dato cuantitativo.

Para evitar confusiones y brindis gratuitos al sol, nos parece oportuno recordar que a quien pretenden desbancar es al presidente de un Gobierno que, conjuntamente con todos los ciudadanos de todas las ideologías, ha liderado una recuperación económica auspiciada por Europa, logrando un notable crecimiento de la economía, la creación de empleo y ha presentado para su debate, actualmente en el Senado, el presupuesto de la Democracia que más destina al ciudadano. Por primera vez, más del 63 por ciento del total. Y eso es muy bueno y necesario.

Una vez más, Pablo Iglesias dio la oportunidad de demostrar que Mariano Rajoy es un líder político serio, previsible sin estridencias, tras responderle a más de cinco horas de palabrería inútil (tipo Fidel Castro), con respeto y con medidas claras que no encontraron ningún tipo de respuesta ni de alternativa por el proponente de la moción de censura.

Opinamos que no existían motivos objetivos, aunque sean legítimos, para esa moción de censura con lo que hemos descrito, porque España ha pasado en apenas unos años de ser el país de la Unión Europea que más empleo destruía, a ser el que más crea. El que mayor crecimiento del Producto Interior Bruto registra. Seguimos teniendo fortalezas y también debilidades (es verdad que existen), pero no es comprensible a nuestro entender una puesta en escena como la que hizo el señor Iglesias.

El egocentrismo en la vida en general no es bueno, y en política es muy mal consejero, pero es el pecado de los que pretendían alzarse con el poder sin tener un plan definido ni estructurado. Al menos un plan real.

Se le olvida, y por tanto hay que recordarle al señor Iglesias, que no es líder de la oposición. Es el líder del tercer partido, no del segundo, en el Congreso de los Diputados.

Nunca habíamos visto a un partido político que en apenas seis meses, entre las elecciones de diciembre de 2015 y junio de 2016, perdiera más de un millón de votos y quiera gobernar en tripartito a todo un país.

Debemos recordarle a Pablo Iglesias que la democracia ya existía antes de que se formara Podemos, porque al parecer la inventaron ellos. Han llegado dispuestos a poner en práctica las tres grandes emociones vinculadas a la política: la humillación, el miedo y la esperanza, añadiendo grandes dosis de hostigamiento, estigmatización y destrucción del adversario, aprovechando los sentimientos que han engendrado la crisis económica y la corrupción.

El populismo se caracteriza por un fuerte liderazgo, generalmente de un sujeto demagogo que utiliza las penurias de la crisis, las propuestas de una supuesta igualdad social y una movilización popular intentando manipular los sentimientos de los ciudadanos y herir el factor de referencia que representa la política. También es importante señalar el claro predominio de los argumentos emocionales sobre los racionales, sin tener en cuenta otros aspectos importantes en política, como la capacidad presupuestaria, los movimientos políticos necesarios para "fabricar" una medida o los cambios normativos, entre otros, pero dando soluciones fáciles a los problemas difíciles sin el necesario conocimiento y utilizando la demagogia.

Cada día me siento más orgullo de ser español y pertenecer a un país que nos ha dado el sistema de bienestar más importante del mundo.

*Senador por Tenerife y portavoz del PP en el Ayuntamiento de La Laguna