Es el órgano que gestiona la cultura del Gobierno de Canarias, que sustituyó al antiguo Socaem (Sociedad Canaria de las Artes Escénicas y de la Música), en la etapa de viceconsejera de Dulce Xerach, que también fue consejera en el Cabildo Insular, institución desde la cual concedió ayudas por primera vez a asociaciones que organizaban eventos musicales. Antes de su marcha del puesto en la comunidad autónoma, dejó firmado un convenio de colaboración con el Festival de Zarzuela, por lo que solo puedo tener gratos recuerdos de ella. Ahora leo sus estupendos artículos sobre temas relacionados con la arquitectura en este medio, y le deseo lo mejor.

Esta semana toca hablar de esta sección porque es la comidilla política un día sí y otro también, y me revuelven las tripas leer tanta tontería y el desconocimiento tan grande incluso de especialistas. No es que sea ducto en la materia, pero sí que llevo casi cuarenta años tratando con los diferentes gestores y los respectivos funcionarios, por lo que me apena el ataque desmedido a simples mileuristas que realizan su trabajo lo mejor que les permiten. El ataque principal llega desde dos partidos políticos que insinúan opacidad en la gestión, cuando en realidad es un claro ejemplo de "quítate tú para ponerme yo". Es cierto que a veces no se explican bien las cosas, pero la mayoría es que se ponen orejeras que les impide entender.

El conflicto proviene de la financiación del Festival de Música de este año, que por falta de aportación y cambios no dio los resultados esperados, y acumula un déficit para próximas ediciones. La consejera, a la que no conozco personalmente, le ha ocurrido lo mismo que al anterior: aterrizó en el cargo contando ya de antemano con menos dinero para cultura, y a mi entender ha procurado sacar adelante todas las iniciativas, por lo que no le pueden achacar dispendios ni falta de interés. Durante años he tenido trato personal con casi todos los viceconsejeros, directores generales y gestores, de los que he recibido un trato cordial, amistoso y correcto. El actual, Aurelio González, me parece una persona honesta y entregada a su cargo, y en lo que me atañe, la zarzuela, le tienen gran estima.

Cuando hablan tan a la ligera de opacidad, pienso inmediatamente en todo lo que hay que hacer para obtener una ayuda o subvención, la cantidad de papaleo que hay que rellenar antes y después. Les cuento rapidito cómo funciona. Presentas un proyecto detallado con presupuestos, financiación estimada y programa del evento. Si lo aprueban, empiezas con el tema burocrático: certificaciones de estar al corriente en Hacienda estatal y autonómica, Seguridad Social, registro de asociaciones y estatutos al día. Una vez presentado se abre el expediente. Para poder cobrar la asignación hay que entregar dos copias impresas y una digital de la memoria económica detallada, con copias de las facturas y balance, pues en cualquier momento te pueden exigir una auditoría. Además, también hay que entregar una memoria artística donde quede reflejada toda la publicidad que se ha realizado del evento.

La redacción de los convenios debe ser de algún abogado encorbatado y trepa que pulula por la Administración, ya que han incluido algunas "cláusulas" contrarias a derecho. No me parece procedente hablar de lo que incluye, pero sí que hago un inciso en la cláusula que indica la fecha de abono, pues es un único pago con impuestos incluidos, una vez finalizada la actividad y con fecha límite a final de año. La realidad es que no es habitual llegar a ese plazo, pues no pueden tener a proveedores, artistas y colaboradores sin cobrar su dinero demasiado tiempo. Llamar opacidad a esto merece una reflexión.

En todos los años que he tratado con organismos solo he visto control y transparencia, además de un trato serio y responsable por parte del personal administrativo, que se ha convertido en cariñoso en algunos casos. Gracias a Elena, Marieli, Karina, José Manuel, Javier Palmer... No podré olvidarlos y creo que ellos a mí tampoco.

No se puede escribir con tanta ligereza y falta de conocimientos. Hay gente muy poco dada a reconocer las cosas bien hechas y lanzar llamaradas para aventar el fuego. ¡Calumnia, que algo queda!

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