La belleza de la ruina es uno de los aspectos estéticos que definen la exposición que el artista y docente Javier Eloy Campos Torres (Güímar, 1961) presenta, hasta el próximo de 8 julio, en el salón de actos del Ayuntamiento de Güímar", bajo el título "Amogio y otros lugares".

La muestra, que se podrá visitar de lunes a viernes, de 17:00 a 20:00 horas, está integrada por veintidós obras, entre dibujos a plumilla con tinta china sobre papel, temples al huevo sobre tabla imprimada y óleos sobre tabla.

Todas la serie, realizada con un peculiar estilo figurativo al que ha llegado el autor tras varias décadas de dedicación, están dedicadas a un espacio concreto de su pueblo natal, Amogio, un lugar cuyo topónimo puede ser guanche, que ya no existe, pero que supone un bonito recuerdo para varias generaciones de guimareros.

"La temática es el paisaje de un sitio muy particular que se llama Amogio. Hoy en día no tiene nombre, pero fue un lugar relevante hasta la década de los 60 porque fue una explotación en la que trabajaba mucha gente. Ha desaparecido el nombre, su presencia. Es una exposición de un lugar que no existe. Son paisajes de un lugar que solo existe en el recuerdo de las personas muy mayores", explicó.

La base "documental" de este trabajo han sido los diversos paseos que ha realizado el pintor por la zona. "He recopilado imágenes que me parecen muy sugerentes y muy románticas porque hablan de la ruina, del abandono, pero de una forma muy estética. No pretende ser de ninguna manera una acusación al desarrollismo o al abandono. Simplemente es una reflexión estética sobre la ruina y también un poco poética sobre el nombre de un sitio que ya no está de ninguna manera... Me ha parecido muy curioso eso, rescatar el sitio que ya no tiene nombre. Es una idea que se basa en la estética y en el romanticismo".

Este profesor de la Escuela de Artes Plásticas y Diseño Fernando Estévez defiende la idea central de que en esta exposición "se muestra la belleza de la ruina. Se aborda una cierta estética del abandono, una visión romántica de paredes caídas, de pencas y de piteras, en las que no solo podemos ver enclaves del municipio guimarero, sino vistas de otras zonas del sur de la isla".

Este licenciado en Bellas Artes por la Universidad de La Laguna, también conocido por sus carteles de fiestas religiosas, ha consagrado su figuración paisajística a reflejar la aridez y la belleza del Sur de la Isla.

"Estoy muy apegado a mi tierra, al Sur de Tenerife, a Güímar, Arico, Agache, Fasnia... Esas zonas son las que me dicen cosas. La verdad es que soy muy local".

Campos, que no se ha dejado influir por las corrientes de moda, ha definido ya su propio lenguaje artístico, habitado por expresivos paisajes descarnados, casi místicos, una evocación de la realidad en la que se siente muy cómodo.

Ha llovido mucho desde aquella exposición colectiva en la que participó en sus inicios, titulada "Límites de expresión plástica en Canarias", promovida por el Parlamento de Canarias, que se desarrolló en la sala del Colegio de Arquitectos de Canarias en la capital tinerfeña, junto a otros creadores de su generación como Adrián Alemán hijo, Manolo Cruz, José Herrera, Luis Palmero, Carlos Matallana, José Luis Pérez Navarro, Juan López Salvador o Roberto Martinón, entre otros. Su obra ha cambiado hacia una lectura sencilla y directa del paisaje.

"Creo que tiene una línea más sencilla, más simple, con más economía de medios y está más depurada que en aquella época, que expresaba tantísimas cosas porque tenía veintitrés años, ahora tengo el doble. Era muy barroco en aquel periodo, ahora soy más minimalista", confesó.

Este creador de imágenes ha desarrollado un sentido especial para impregnarse de los estímulos que le ofrece su entorno vital, digerirlos, plasmarlos y despertar en el espectador las sensaciones que él ha sentido en ese proceso.

Javier Eloy Campos Torres

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