Cerca de doce horas ininterrumpidas que marcarán el compás del tiempo con sonidos de todos los estilos (rock, pop-rock, indie, electrónica, clásico, contemporáneo, jazz, blues, folk, folclore, reggae...) inundarán, desde la mañana de este sábado, una veintena de espacios distribuidos por el casco histórico de Aguere para proyectarse más allá de los límites del municipio, en consonancia con el carácter de ciudad abierta que representa La Laguna, y proclamar así la universalidad de la música.

En esta sexta edición (bajo la organización y el cuidado del Organismo Autónomo de Actividades Musicales del Ayuntamiento de La Laguna, promotor y organizador del evento conjuntamente con la Universidad de La Laguna), alrededor de cincuenta artistas y grupos, que aglutinan a casi medio millar de intérpretes y creadores musicales, celebrarán la fecha que el calendario reserva a la Fiesta de la Música.

Gracias al lenguaje universal de las notas, esta sonada iniciativa, que marcó sus primeros ritmos en Francia, allá por el 21 de junio de 1982, comenzó a expandirse hasta convertirse en uno de los principales acontecimientos musicales de ámbito mundial.

Fue así como en el año 2010, más de 450 ciudades de 116 países celebraban la conocida comino Fiesta de la Música, una cita que se "empadronó" definitivamente en La Laguna el 23 de junio de 2012, consiguiendo por aquel entonces despertar cierto interés entre los vecinos, mezclado con algo de curiosidad y también de incredulidad, sirviendo como polo de atracción para públicos de todos los gustos y edades, al tiempo que ofrecía a los músicos la oportunidad de salir del anonimato, mostrándose en vivo y en directo.

Este año, La Laguna celebra la sexta edición de una iniciativa que ha sabido crecer, reinventarse y convertirse en una emblemática manifestación cultural y que, por méritos propios, se ha convertido en una de las citas musicales más importantes a nivel regional, convocando alrededor de 40.000 fieles a la música.

Lo cierto es que entre el aficionado que toca en el parque para deleite de sí mismo y sus amistades, el asalariado de la sinfónica de turno y la cantante millonaria que proyecta y amplifica su voz en vídeos que se reproducen por las redes sociales o televisión, también "suena" una gran clase media de trabajadores de la música que ve limitada la partitura de su vida a la mera supervivencia, prefiriendo callar y no "desafinar" ante los poderes por miedo a perder el próximo bolo.

En este tipo de encuentros hay mucho de reivindicación del oficio, de proclamar a viva voz que los músicos son personas corrientes que deben acompasar obligaciones fiscales, derechos de autor, la dificultad para cotizar por sus actuaciones, la sordera de los responsables públicos y el ninguneo social. ¡Que no pare la música!