José María Brito, nacido en 1934, es un ejemplo de vida. Un niño de familia tremendamente humilde de un barrio cualquiera (en su caso de Tajuya, en El Paso), de aquellos que vivieron la cartilla de razonamiento, que se convierte por empeño, por esfuerzo, por capacidad, en una referencia nacional en su profesión: cirujano vascular. El Cabildo le entregó ayer el título de Hijo Predilecto de La Palma y en su discurso contó la vida de un ser diferente. De los que han robado tiempo a sus hijos, a sus niños, a su familia, para salvar la vida a otros menores.

Su padre, agricultor, le dijo antes de ir a la universidad: "El día tiene muchas horas para estudiar y debes aprobar curso por curso, ya que no hay economía para repetir". Aún recuerda aquellas palabras. Sí, haber sido el jefe del Servicio de Cirugía Infantil del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, cofundador de la primera Unidad Médico-Quirúrgica de Cardiología Pediátrica de España o fundador de la unidad de Cirugía Cardiaca Pediátrica del Hospital Materno-Infantil de Las Palmas de Gran Canaria, como una parte de su extensa carrera, no le impide mirar hacia detrás para volver con orgullo a sus orígenes.

Asumió el reconocimiento "con verdadera emoción", subrayando que la distinción le permite "rendir homenaje a nuestros antepasados, a la vez que puedo ofrecérselo a mi familia presente". Dejó, además, una frase para la reflexión: "ser agradecido es el camino que lleva a los hombres a ser felices".

No es un Hijo Predilecto cualquiera. No. No lo es.