El gran desastre de Las Teresitas es el estado deplorable de la playa, que es un asco. No es ni el mamotreto ni las sentencia por la compra de su primera línea de playa. El entorno es una auténtica cochambre de la que no se ha ocupado ningún mandatario desde hace cuarenta años. Ahora, resulta que los quioscos son ilegales, pero han sido siempre un amasijo de hojalata a los que no se les ha dado jamás ni luz ni agua. Los pocos baños que allí se encuentran son auténticas letrinas, más dignas de cualquier desgraciado país asiático que de la segunda atracción más fotografiada de Tenerife. Pero esto no es responsabilidad de ningún político, porque en esta tierra todos se sacuden aludiendo a que es competencia de otro: ¡y ya está bien! La suciedad es la reina del malecón del fondo de playa, que además es imposible de caminar descalzo y que está lleno de herrumbre y ratas.

Y esto sin hablar de la surrealista y altamente peligrosa autovía de San Andrés, que no es una autovía y que, además, uno no entiende cómo no muere más gente en ese despropósito de trazado. Hay conflictos bélicos y restauraciones de Estados que se han solucionado con más premura, y estamos hablando de los servicios mínimos de una puñetera playa: la del único pueblo pesquero que queda en Santa Cruz. Para desgracia de sus usuarios, entre los que me encuentro, Las Teresitas es hoy la incompetencia política hecha litoral.

@JC_Alberto