Agricultores, cabreros, cochineros, lecheras, panaderas, artesanos y pescadoras volvieron ayer a atravesar la cumbre de Tenerife, de Norte a Sur, para intercambiar cochinos, cabras, papas, pescado, vino, cebollas, azúcar, higos, cereales, queso, fruta, verdura, cestos o pan. El trueque fue una actividad económica fundamental para la subsistencia de los canarios durante siglos, y ayer volvió a recordarse, con la ayuda de unos 100 figurantes ataviados con trajes de otras épocas, en la XII edición de "Al Paso de la Cumbre".

Esta iniciativa de rescate etnográfico se desarrolló ayer en tres localizaciones donde esta forma ancestral de comercio sin dinero formó parte del paisaje y de la historia: San Francisco de La Montañeta, en la parte alta de Garachico; San José de Los Llanos, en El Tanque, y la plaza de la iglesia de Santiago del Teide, convertida en el centro neurálgico de este homenaje a viejas costumbres perdidas, pero no olvidadas.

La Concejalía de Cultura de la Villa Histórica de Santiago del Teide organizó la XII edición de "Al Paso de la Cumbre" con la colaboración de los vecinos y ayuntamientos de El Tanque y Garachico, la Fundación Tenerife Rural y el Centro de Iniciativas y Turismo (CIT) del Sur de Tenerife.

Esta manera de revivir el pasado sería imposible sin la participación de casi un centenar de actores y figurantes, con vestimentas, herramientas y enseres tradicionales, quienes se encargaron de dar vida a cabreros, cochineros, lecheras, panaderas, sacerdotes, artesanos y hasta caciques antipáticos dispuestos a reclamar el pago por el arrendamiento de sus tierras. Enseres antiguos, aperos de labranza, animales de carga y música folclórica ayudaron a contextualizar aún mejor esta representación de la vida de tantas generaciones de canarios que pudieron ganarse el sustento gracias al trueque con vecinos de otras localidades cercanas.

El público asistente volvió a disfrutar con las negociaciones entre los protagonistas del truque de productos del mar y de la tierra que "Al Paso de la Cumbre" también quiere poner en valor en el presente.

Una forma de comercio que se hacía a pie, o con ayuda de bestias, y que obligaba a la gente humilde a caminar durante horas para llegar a lugares donde su producto era más apreciado y podía intercambiarse.