Cristina Palau descubrió pronto su pasión por la educación y la necesidad de divulgar conocimientos. Explica que, "de chiquitita, quería ser señorita de guardería". Con cinco años aún no conocía la figura de la maestra, pero le gustaba ese papel educativo. Y con 8, 9 o 10 años empezó a darle clases a su hermano menor, en la pizarra de su habitación o preparándole fichas. Palau tiene hoy 33 años, hace una década que da clases y forma parte de una generación de nuevos maestros implicados en la formación de sus alumnos, tanto desde la perspectiva académica como de las vivencias y de las habilidades sociales. Disfruta enseñando, pero también aprendiendo a la vez que los niños de su aula.

Tras un primer año como docente en El Salvador, estuvo siete cursos en Cataluña y, desde hace dos, desarrolla su labor en el colegio público de Adeje casco, en el Sur de Tenerife.

Asegura que en las últimas décadas las metodologías han cambiado "porque la sociedad lo pide". Y explica la importancia de desarrollar en los menores determinadas habilidades sociales, como, por ejemplo, el trabajo en equipo. Recuerda la relevancia de que los escolares aprendan a expresar su opinión con argumentos y no de manera agresiva; a aceptar las ideas de los demás y llegar juntos a la opción más viable. Es decir, que los pequeños sepan argumentar sus alternativas. En ocasiones, ante cualquier proyecto que se afronte en la clase, Palau explica que actúa como una moderadora que dirige la conversación en la que participan sus alumnos de tercero de Primaria.

El curso que acaba de finalizar, Cristina fomentó la participación de los pequeños en el proyecto de Enseñar para Emprender, donde, a través de una cooperativa, realizaron productos para su venta, así como en el certamen Cinedfest, donde la maestra y los niños realizaron todo el proceso de un cortometraje con escasos medios, y una acampada en el Museo de la Ciencia. Palau comenta que, a veces, aprendemos juntos. Reconoce que ya contaba con experiencia en el desarrollo de cooperativas, pero que, a comienzos del pasado curso, "no tenía ni idea" de cómo grabar cine. Y eso la obligó a aprender a la vez que lo hacían sus alumnos. Para esta maestra catalana, esa situación es positiva, "ya que los niños ven el referente de alguien que tiene ganas de aprender y que nunca se debe dejar de hacerlo". Además, así refuerza la idea del docente que interactúa con los menores, en vez de ejercer siempre como figura superior frente al alumnado. Estima que "la clave es adaptarse a los cambios" y está convencida de que ahora hay más cosas positivas en la educación que hace 20 años.

Respecto a la polémica surgida entre colectivos de padres por el exceso de tarea que se envía para casa a niños de corta edad, Cristina Palau defiende la idea de que esos ejercicios deben servir para enseñar el valor de la responsabilidad en los pequeños. Estima que "si se envía mucha, se puede generar en el alumno el sentimiento opuesto a aprender, pues puede perder motivación".

Apuesta por enseñar "algo más" de lo que viene en los libros de texto, "porque estos no te van a dejar trabajar las habilidades sociales", como saber afrontar en su momento los problemas en un puesto de trabajo, saber tener empatía con un compañero, decir si algo no te parece bien de forma adecuada, así como trabajar la salud emocional. Señala que "es importante" que el alumno aprenda a conocer cómo se siente, por qué y responder de la forma correcta, es decir, "tengo que saber dar la importancia que tiene cada cosa". Explica que actualmente se trabaja con las emociones y la creatividad, "pero es difícil evaluarlas".

En el colegio de Adeje casco, al igual que en muchos otros del Sur de Tenerife, hay escolares de muy distintas procedencias. Palau reconoce que "todo lo que sea dificultad en el conocimiento de la lengua" española por parte de los padres o los niños va a suponer un obstáculo en el aprendizaje. Pero aclara que no resulta insalvable y a esos alumnos se les debe aportar más recursos y más atención de calidad. No obstante, explica que "no es fácil", pues están los otros 24 menores. Sobre la pluralidad cultural existente, indica que supone "una riqueza impresionante", pues cada pequeño interactúa con otros de diferente cultura.

Opina que una asignatura pendiente en muchos centros es el "reciclaje de libros, que ayudaría a las familias a ahorrar dinero y, paralelamente, se cuida el medio ambiente, aunque las editoriales no ganen tanto". Respecto a la puesta en marcha de este tipo de iniciativas, señala que, inicialmente, hará falta la aprobación de becas por parte de la administración, pero estima que en cuatro o cinco años podría existir un sistema de reutilización de libros adecuado. Manifiesta que "casi no se recicla con los niños y hace falta trabajar mucho la toma de conciencia sobre este proceso".

Palau valora muy positivamente que el Gobierno canario haya mostrado su intención de pagar los sexenios trabajados a los profesores de la enseñanza no universitaria, a cambio de que, periódicamente, hagan cursos de formación continua. Para esta maestra vocacional, "cobres o no cobres el dinero de los sexenios, es importante el reciclarse como profesional". Señala que esa preparación complementaria "te permite abrir la mente y desarrollar ideas", lo que propicia que el docente "esté más a gusto y eso los niños lo notan".