Los carros de madera ya son "aviones". Aquellos descensos a 20 ó 30 kilómetros por hora, con artilugios elaborados con las guías de tea de una ventana, han quedado en el recuerdo. Quizás a sus amantes les cueste reconocerlo, pero ahora manejan vehículos peligrosos para su propia integridad, donde se premia la velocidad por circuitos que tampoco están homologados.

Esa tendencia era un secreto a voces y el Cabildo de La Palma no ha tardado en darse cuenta. Sus técnicos se han metido de lleno con estas pruebas y a lo largo de los últimos meses han denegado, al introducir limitaciones en los porcentajes de cada pendiente, las autorizaciones para la celebración de media docena de estas carreras (sí, ya son carreras) en vías de su propiedad. La próxima que con toda probabilidad no podrá celebrarse es la prevista en la fiesta de La Salemera (Mazo), en un tramo con exceso de desnivel.

Es cierto que los carros de madera son un espectáculo. El reflejo más evidente es seguro lo vivido durante los últimos cuatro años en Mirca, en la fiesta de Candelaria y San José. Descenso desde Los Braseros hasta Candelaria. Centenares de personas se acumulaban para verlos correr. En 2017, este año, fue rechazado el permiso para la prueba. No es sencillo de asumir, pero los artilugios elaborados, aquí y en otros pueblos, para la diversión se han convertido, en no pocos casos, en auténticos "pepinos" camuflados capaces de llegar a los 80 ó 90 kilómetros. Demasiado riesgo.

Los carros son confeccionados por los propios participantes, a veces con la implicación de familias que en los propios garajes de sus casas arman su vehículo, sin la supervisión de ningún experto. Mientras fueron de madera, lentos, armados para ir rápido pero dentro de un margen claro de seguridad, la administración fue permisiva. Pero la situación cambió sobre todo en el último año. Con un giro importante a la "tuerca" del riesgo.

Se ha pretendido incluso armar una liga, las carreras se multiplicaron y "a algunas personas esto se les ha ido de las manos y los técnicos ya no quieren dar el visto bueno para permitir una prueba de este tipo", reconoce uno de los amantes a esta actividad.

Si existe, a nivel nacional, una federación que regula estas pruebas y a la que poder acogerse. Es la Federación de Deportes de Inercia, que por controlar tiene en cuenta hasta que los tornillos que se utilicen para armar los vehículos sean capaces de soportar los kilos de presión necesarios para evitar desgracias. Se premia la seguridad. En La Palma, al igual que en muchos lugares de Canarias, esa condición indispensable se está diblando. Pero no es solo el carro. Ocurre lo mismo, o casi, con los circuitos, que deben tener al menos doble valla. Aquí te lanzas casi por donde sea, aunque la organización se esfuerza por introducir gomas en aquellos espacios con mayor riesgo. No es suficiente.

El Cabildo está evitando estas carreras en vías de su propiedad, pero poco puede hacer en caminos o pistas que pertenecen a los ayuntamientos. Recientemente, por ejemplo, tuvo lugar uno de estos descensos en un barranco de Breña Alta, donde se registró un vuelco con serio riesgo para el conductor. "Sabemos que los carros se han convertido en una lotería a la espera de que ocurra una desgracia, pero...", comenta un experto corredor de estos artilugios.