Las Fuentes de Guía es un privilegio, un lugar donde la madre naturaleza puso su mano y el hombre sabio de ese paraje, no lo ha destruido. Las Fuentes de Guía son una joya que conserva su esencia primigenia, un paisaje que habla de volcanes y de un acceso tortuoso, que ha provocado que su gente, los fuenteros, hayan tenido que emigrar a Cuba, Venezuela y otros lugares en épocas difíciles. Pero su amor por este lugar ha sido tan grande, que muchos han regresado y ahora están luchando por conseguir un acceso normal, que casi han conseguido con la colaboración del Cabildo insular. Este ha aportado el dinero y los fuenteros la mano de obra.

El domingo 9 de julio tuve el honor de ser invitada por su reelegido presidente vecinal, Félix Álvarez Vargas -persona afable, simpática y amante de Las Fuentes-, junto al anterior presidente, Francisco Hernández, ambos consiguieron que la visita fuera inolvidable. Dos personas auténticas, con un amor a su tierra que no sabría expresar. Pasamos un día delicioso, contemplamos un paisaje virgen donde la mano del hombre casi no ha deteriorado nada. Nos relataron como las aguas discurrían por barrancos; contemplamos los caminos reales, de piedra, que aún se conservan intactos.

En su entorno predomina el basalto y la porosa piedra pómez, una ayuda para el campo de secano en el reto de conservar y proteger la humedad y evitar las plagas. Vimos huertas donde en la época de siembra de papas, en febrero y septiembre, pasados unos meses se recogen miles de kilos.

Nos contaron que en tiempo de la guerra, con las carencias alimenticias, subían en burros a buscar papas y frutas. Las frutas crecen en forma natural, por tanto ecológica. Cirueleros crecen por doquier, almendros, perales, manzanos, higos de leche y tunos. En un alto en el camino, nos obsequiaron con el mejor manjar: ciruelas de las nuestras, pequeñas, lavadas con el agua fresca de la fuente natural. Parecían recién salidas de una nevera.

Los guanches eran trashumantes, los diferentes menceyatos acudían, en época determinada, a la cañada, en el Teide, con su ganado. Y cada uno tenía su sitio y lo respetaban. Y el agua la cogían de Las Fuentes.

Mientras bajábamos, la nube ascendía y se situaba sobre el entorno. Así le proporciona agua al árbol que la desliza hasta la tierra. Un ciclo natural que proporciona en la época de verano el agua necesaria.

En breve, en Las Fuentes tendrán el acceso terminado. Tendrá recodos para dar paso, por lo que se facilitarán las visitas a un entorno único.

La obra del acceso se realiza de forma manual. Se usan palancas para desprender los pedruscos, que en algunas zonas de rocas basálticas adquieren de formas caprichosas y colorido diverso.

El entorno tiene sus leyendas y anécdotas. Muchos han emigrado y retornado con sus ahorros. Como un matrimonio del lugar que regresó de Cuba y su hijo enfermó de tuberculosis, una enfermedad mortal en la época de principios del siglo pasado. Ellos hicieron una promesa: si su hijo se curaba, harían una ermita. Se curó y cumplieron la promesa. El templo está situado en lo alto entre dos montañas y está dedicado a la Virgen del Rosario. El niño es hoy un hombre con cerca de cien años.