A menudo tengo la impresión de que al ponerle el nombre a una sociedad de cualquier tipo, un organismo oficial o una entidad financiera se piensa más en su acrónimo que en su nombre. Y es lógico, puesto que si queremos que la función de lo que pretendemos crear llegue al público nada mejor que reducir su nombre. Se dice OTAN y no Organización del Tratado del Atlántico Norte; ONU y no Organización de Naciones Unidas; PIVE y no Plan de Incentivos para Vehículos Eficientes...

Dicho lo anterior, me parece que los tinerfeños deberíamos tener muy presente en el futuro el CIATF -mejor pronunciarlo "ciatefe"-, pues de él dependerá en gran parte nuestro bienestar. Se trata del Consejo Insular de Aguas de Tenerife, una entidad dependiente del Cabildo que desarrolla una actividad asombrosa y, en gran parte, ignorada por los ciudadanos. Parece que nuestra relación con el problema del agua que padece la isla se limita a abrir el grifo y protestar si el líquido elemento no sale con abundancia. No nos interesan ni los pozos y galerías que horadan nuestros riscos, ni siquiera el agua que almacenan las balsas o la cantidad de metros cúbicos que se desalan. Repito, aquí, que lo único importante es que el agua mane sin interrupción cuando la necesitamos.

Lo tiene muy difícil el CIATF para mentalizar a la población de que vivimos en una isla con recursos hídricos limitados y que, si continuamos con el dispendio, las restricciones no tardarán en afectarnos. Resulta lamentable, sobre todo, nuestra manera de actuar en las duchas públicas de las playas, donde la gente no se limita a "quitarse" el agua salada; algunos permanecen debajo del chorro tres o cuatro minutos, acortando este tiempo solo cuando alguien espera que termine.

Entrar en la página web del CIATF resulta una experiencia gratificante. La primera impresión que sentimos es la de que estamos en buenas manos. Asombra la minuciosidad de los estudios que sus técnicos han hecho del agua de la isla. Las escorrentías, el nivel freático, la profundidad que alcanzan los pozos y galerías, la capacidad de las desaladoras y las obras proyectadas para aumentarla, las medidas que deberían adoptarse para moderar el consumo, etc., están prolijamente estudiados, aunque de nada sirve si los ayuntamientos no corresponden a ese esfuerzo con una red de aguas donde las fugas sean mínimas. Ya algunos pueblos están sufriendo cortes esporádicos en el suministro, puesto que en verano el consumo aumenta, por lo que es en estos momentos cuando las negligencias afloran. Las acusaciones también lo hacen -había otro partido en el poder, el presupuesto municipal es insuficiente para abordar el saneamiento de la red...-, pero son batallas dialécticas que a ningún puerto conducen.

Ignoro qué capacidad de influencia tiene el CIATF en los ayuntamientos para hacer valer en ellos sus recomendaciones. Si no es mucha debería aumentarse, bien a través del cabildo o de la federación de municipios, para que sea aquel organismo el que recomiende en todos los niveles lo que debe hacerse. Y no pretendo con esto sugerir que sea una especie de Cotmac del agua, pero sí que se escuchen sus sugerencias y recomendaciones. Que la actitud derrochadora de algunos la paguen los demás no es de recibo. Otras ciudades del mundo, sobre todo las situadas en el interior de territorios en los que el agua escasea, llevan a rajatabla las cuestiones relacionadas con el consumo, y no les tiembla el pulso a su regidores llegado el momento de racionar el suministro. Con el CIATF como fiscalizador, seguro que no se llegaría a esos extremos.