Un avance radiofónico me alertó de la llegada a España del terror a bajo costo que los asesinos de Daesh estrenaron el 15 de julio de 2016, cuando un camión embistió al gentío que celebraba en Niza la fiesta nacional de Francia, con el resultado de ochenta y seis muertos.

Desde entonces traté de ordenar y entender un suceso que, con la difusión de los antecedentes y la negra sorpresa de las secuelas, se extendió a la madrugada. Todo empezó con el atropello de la multitud que transitaba por las Ramblas de Barcelona, sobre las 16.50 de la tarde del jueves, por una furgoneta de alquiler cuyo conductor se dio a la fuga, dejando trece cadáveres y un centenar de heridos.

El dispositivo policial detuvo a tres sospechosos y vinculó la masacre a una explosión registrada esa madrugada en una casa de Alcanar, en Tarragona, en la que falleció una persona y siete resultaron heridas. Quedaba aún otro grave epílogo en la localidad turística de Cambrils, donde nueve horas después, los mossos de escuadra abortaron otro intento de atropello múltiple y abatieron a cinco terroristas.

Esos son los datos iniciales de un crimen que nadie puede dar por cerrado. Barcelona ya está unida en la tragedia a Niza, Londres, Berlín, París y Estocolmo, blancos de una práctica tan abyecta como barata, impuesta por el siniestro Abu Mohamed Al-Adnani, que, en septiembre de 2014, llamó a sus miserables seguidores a usar "piedras, cuchillos y automóviles para matar infieles". Pero, mientras la ola de solidaridad llega de todas las partes del mundo, echamos en falta la imagen pública de cerrada y responsable unidad de todas las fuerzas de seguridad que han intervenido, e intervienen, en este drama, porque la colaboración sin fisuras, además de garantizar la eficacia, agrega un claro mensaje de firmeza a los asesinos.

Ojalá que, para la subsistencia de nuestra cultura y estilo de vida, seamos capaces de priorizar la meta de la paz y defenderla con todos los medios de la sinrazón y la barbarie. Ojalá, porque a los muertos innumerables que se cobran a diario Daesh y Al Qaeda, la vieja Europa de las libertades y los derechos le suma seiscientos cincuenta muertos en atentados yihadistas desde el año 2000, de los que una tercera parte cayeron en el 11-M madrileño.