Ha sido la cuarta vez que he visitado Tánger. Antes había acudido acuciado por su leyenda, que pocas ciudades han tenido, y de tanta singularidad. Historia literaria, de cosmopolitismo, multiculturalidad, pluralismo legal y administrativo y estatus internacional. Pero también de costumbres y de su disipación, de excéntricos, crápulas, vividores, multimillonarios y bohemios. Pero de convivencia y respeto, incluso de todos los vicios y transgresiones. Ciudad de escritores gigantes como Mohamed Chukri y Tahar Ben Jelloun, o de un juglar del vicio como Mohamed Mbret. Un camarero marroquí de Fuengirola me da un abrazo por mentarle a Chukri; el taxista que me llevará a Larache y Asillah y al día siguiente por el cabo Malabata, y ver el nuevo puerto Tánger-MED, a Ceuta, soltará al volante por citar otra vez a Chukri. No imaginaba que el turbio príncipe de las letras marroquí tuviera ente las clases populares tanto predicamento (atributos de héroe). En Larache intenté visitar las sepulturas de dos de sus pares literarios y amigos: Juan Goytisolo y Jean Genet. Visité los cementerios musulmán, cristiano y hebreo, pero sin dar con el civil.

Recién desembarcado y mientras voy por el paseo de la playa al hotel -el Rembrandt de Tennesse Williams y Jane Bowles no tiene plaza- observo la cantidad de jovencitas que llevan el velo ¿Más que hace años? Soy bastante jacobino y no me gusta el velo, pero he de reconocer que sus portadoras lo llevan a gusto, con mucha coquetería, visten muy conjuntadas y preparadas. Forzado, resulta imposible que sea.

Las que visten occidental no van tan preparadas, mujeres en grupos y familias van mezcladas, las más apegadas a la tradición son las mayores. No se atisba el mínimo problema por el vestir, sino una libertad primordial. Antes de que la visión sociológica, urbanista, económica, ocupe toda mi atención, me encuentro con ese gran templo literario que fue y es la librería "Les Colonnes", que conserva su aura.

Por supuesto recorrí todo el centro histórico, subí al café Hafa, cerveza en el Minzah, pero lo que esta vez he notado es un desplazamiento del centro de gravedad: del Tánger histórico, turístico, el de la leyenda literaria y de todas las libertades, de fiestas de multimillonarios, escritores, músicos, al más despampanante desarrollo y energía económica. Los ensanches de la playa son de máximo nivel urbanístico y arquitectónico, los viaductos del tren de alta velocidad, el ingente parque móvil de alta gama, nutrida clase media, zonas verdes, el nuevo puerto y palpable prevención antiterrorista.