El avistamiento de un tiburón de unos tres metros el lunes dio paso ayer a la normalidad en Radazul. De la bandera roja a la verde y de la playa cerrada a los chapuzones y la actividad cotidiana de un día de agosto en esta zona del litoral de El Rosario, cuyo ayuntamiento optó por reabrir al baño tras consultar a un biólogo del Instituto Oceanográfico y a submarinistas expertos de este enclave.

Así lo explicaron fuentes oficiales del consistorio, que indicaron que los especialistas consultados desde la institución local les habían comunicado que no hay antecedentes de ataque en Canarias de esta especie, y aprovecharon para llamar a la calma.

Uno de los conocedores de los entresijos marinos del lugar es Manuel Beltrán, presidente del Club de Buceo El Pejín. Según apuntó, el tiburón más habitual de las aguas canarias es el martillo y después está el marrajo -llamado "mako" en inglés-, que fue el que unos buceadores comunicaron a la Policía Local que vieron a mediodía del lunes. "Suele venir cuando hay cardúmenes de caballas, sardinas... Viene detrás de bancos de peces, aunque su presa favorita es el pez espada", detalló, antes de comentar que con anterioridad había localizado escualos en otros puntos de la Isla y también en las inmediaciones de Radazul y Tabaiba. "No los ves todos los días, pero sí todos los años en un par de ocasiones", manifestó sobre la normalidad del fenómeno y en relación a que no hay motivo para que se genere miedo, entre otras cosas porque estos animales no permanecen estáticos.

Por su parte, el catedrático de Biología Marina de la Universidad de La Laguna (ULL) Alberto Miguel Brito coincidió en que el marrajo es habitual en el Archipiélago. "Es frecuente en Canarias, lo que no es corriente es verlo cerca de la costa, sino en aguas abiertas", detalló. A su juicio, el protocolo seguido en este episodio por las autoridades fue correcto, sacando del agua a los bañistas e izado la bandera roja por si se tratase realmente de esta especie. "Es un animal grande y potente como un tiburón blanco, lo que ocurre es que el segundo suele acercarse a la costa y producir accidentes en los humanos, mientras que el marrajo, al vivir en aguas más oceánicas, interacciona poco con nosotros".

Voz autorizada de este campo, Brito continuó señalando que, pese a lo anterior, cabe la posibilidad de que alguno se pueda aproximar a la costa si hay comida o persiguiendo a un banco de peces. "No es descartable, pero frecuente no es en absoluto", afirmó el profesor de la ULL.