Hay que felicitarse de que los terroristas que actuaron en Cataluña fracasaran en su objetivo inicial, que era todavía mucho más terrible que el que alcanzaron. Y también de que estén muertos o detenidos todos, o al menos los principales implicados. Pero también debe abrirse una etapa de reflexión para repasar los errores cometidos y cómo se pueden corregir para que no vuelvan a suceder.

Habrá que revisar, por ejemplo, la coordinación entre las fuerzas de seguridad del Estado y los cuerpos policiales autonómicos. La desconfianza, que se puede traducir en no compartir información sensible, es un indicativo de que algo funciona mal y puede tener consecuencias muy graves. Pero aún lo es mucho más la sospecha de que los Mossos de la Generalitat hayan podido recibir órdenes o indicaciones para no sólo no compartir información con la Policía Nacional y la Guardia Civil y les hayan excluido de los reconocimientos, sino, incluso, para que su indudable éxito en la solución del atentado pueda ser exhibido por los políticos como una de las "garantías" para la independencia. Quiero pensar que nadie se lo ha dicho y que nadie en ese cuerpo lo aceptaría.

Me cuesta más, mucho más, pensar eso de los políticos. La coordinación entre las fuerzas policiales es absolutamente básica y no debe tener resquicios. Entre los políticos, al menos en estos temas, tampoco. El Pacto Antiterrorista no puede ser papel mojado ni puede tener ausencias, pero tampoco observadores. O estamos todos o nos ganarán la batalla. Es tanto un problema de lealtad a las instituciones y a la democracia como de supervivencia. Si no hay unidad en la lucha contra el terror, perderemos la batalla. La negativa de algún partido como la CUP, rectificada a desgana y a última hora, a ir en la misma manifestación de repulsa en la que van el rey o Rajoy, responsabilizándoles del atentado, es simplemente indigna y cínica. Sus compañeros de viaje en Cataluña deberían pensar que, si un día son independientes, se comportarán igual con ellos. Son un peligro para Cataluña y para la democracia. Seguramente la instalación de bolardos y otras medidas de seguridad en las calles de Barcelona no hubiera impedido el atentado en ese mismo lugar o en otro. Pero lo habría hecho más difícil. El Ayuntamiento de Ada Colau rectifica tarde, pero echar la culpa a la alcaldesa desde las redes o desde un púlpito es una maldad y una estupidez.

Ha fallado el juez que puso en libertad al imán de Ripoll "porque no era una amenaza para el orden" y eran claros "sus esfuerzos de integración". Ha fallado la coordinación internacional -Bélgica no informó del viaje del imán ni de sus encuentros con grupos terroristas y tampoco sabemos nada sobre otro posible viaje a París-. Han fallado la información y el control de potenciales asesinos. Hay más cosas que han fallado, pero el dolor ha unido en la solidaridad a los catalanes todos y al resto de los españoles. Hemos construido juntos la sociedad que tenemos, la libertad y la democracia de las que disfrutamos. ¿No vamos a ser capaces de seguir haciéndolo juntos?