Si con el calentamiento de los océanos llegaron las microalgas, ahora solo nos faltaban los tiburones. Y es que este verano parece que nos miró un tuerto. Como si se tratara de cualquier bahía californiana, los vigilantes de la playa y la propia policía local de El Rosario alertaron al nutrido grupo de veraneantes de que tremendo escualo les podía mordisquear el pompis. Pero si algunos salieron del agua como alma que lleva el diablo, a otros les importó un pimiento: no hicieron ni puñetero caso. Así somos los canarios: unos neuróticos para las microalgas y unos pasotas para los tiburones, qué tíos. Uno de los miembros del club de buceo se topó con el bicho de tres metros bajo el agua y dio la alerta.

Pero si bien los "marrojos" son familia del tiburón blanco, estos parece que son mansitos y medio despistados. Este pobre parece que venía detrás de un cardumen de sardinas, y digo yo que con una fatiguita. Sin nada que echarse a esa barrigota desapareció tal y como vino. Oye, con lo amables que son Eva o Isa en el chiringuito El Tamboril, ya le podían haber puesto un salpicón de atún, que está de escándalo. Qué maravilloso ecosistema tenemos; los expertos nos dicen que estos animales no hacen nada y que vienen alguna vez al año; ¡ah!, que no atacan al hombre. Qué tranquilo me quedo. A la mañana siguiente los bañistas lo echaron hasta de menos y no me extraña. La escena fue tan enternecedora que hubo ganas hasta de bautizarlo y adoptarlo como mascota. Yo lo hubiese llamado "Sharky": la bestia amiga.

@JC_Alberto