El vehículo eléctrico puede ser una solución para una región que, como Canarias, depende de forma muy mayoritaria del exterior para abastecerse de energía y con la mayor tasa de coches por habitante de la Unión Europea y un parque automovilístico muy envejecido. Pero, por sí solo, no es suficiente. Un estudio de investigadores de la Universidad de La Laguna (ULL) ha tratado de resolver la aparente paradoja de que estos automóviles que no emiten gases de efecto invernadero pueden llegar a ser tan contaminantes como los convencionales. Lo han hecho analizando todo el ciclo de vida del combustible -desde su extracción hasta el movimiento de la rueda- tanto en el caso de los vehículos eléctricos como en los de gasolina o diésel y en el contexto de un territorio en el que las energías renovables apenas representan el 8% del total.

La conclusión que han obtenido es que, con la situación actual de las Islas, el coche eléctrico contamina menos que el convencional, pero solo un poco menos. Sin embargo, cuando lo que se mide es la eficiencia energética -la distancia recorrida con una determinada cantidad de combustible o de su equivalente eléctrico- el eléctrico sale muy bien parado de la comparación, con registros que doblan los que alcanza el vehículo tradicional.

Alfredo Ramírez y Josué Barrera, dos de los autores del estudio, comparten despacho en la Facultad de Económicas de la ULL y afinan su trabajo cuestionando cada uno las "inspiraciones" del otro. "La discusión es la madre del progreso", afirman. Ramírez admite ser "proeléctrico", pero, ante todo, se define como un científico obligado a ser "lo más equilibrado posible". De la investigación -que firman junto a Francisco Ramos y Yannick Pérez- se desprende que hay razones para apostar por la movilidad "verde", pero también para concluir que esta lo podría ser más aún si el Archipiélago avanzara en la penetración de energías limpias o, incluso, en la introducción del gas natural.

"El coche convencional contamina ciudades, y eso es malo, pero el eléctrico contamina en las zonas donde se produce. El vehículo eléctrico es un poco más limpio, pero no mucho", constata Ramírez.

Eso, con el actual "mix" energético de Canarias, en el que el 92% lo aportan los combustibles fósiles. Si este porcentaje se elevara hasta el 32%, las emisiones de CO2 experimentarían reducciones que oscilarían -en función de los modelos de coches estudiados- entre 70 y más de 110 gramos por kilómetro respecto a los vehículos convencionales. Este incremento permitiría también mejorar la eficiencia de los coches eléctricas hasta muy por encima del doble de la que registran los que se mueven con combustibles fósiles.

La introducción del gas hasta el 38% del total -junto al 8% de renovables- no modificaría los niveles de eficiencia del vehículo eléctrico al mantenerse las energías limpias en las mismas proporciones que en la situación actual, pero sí se traduciría en una rebaja "considerable" de las emisiones, aunque no tanto como en con la ampliación de las renovables contenida prevista en el escenario anterior.

El parque de vehículos canario es muy abundante y antiguo (una media de 13,5 años en Tenerife). Ambos factores contribuyen a agravar el problema de la contaminación, ante el que el coche eléctrico -junto a otros que usan combustibles alternativos- se presenta como una vía de futuro. La dificultad estriba, como en todo lo que tiene que ver con la energía, en la complejidad de un sistema cuyos elementos se encuentran estrechamente relacionados y son de difícil modificación.