Es un pueblo de 130 personas que alcanzan las 3oo en época estival. Se trata de Jóver, un enclave costero de Tejina que se ha convertido durante los últimos tiempos en un punto de encuentro ineludible de los amantes de la tranquilidad. Se trata de uno de los grandes desconocidos del panorama municipal y de la Isla por lo chiquito que es, pero gigantesco por todo lo que ofrece.

Entre otras cosas, su piscina natural y sus accesos a la mar, sus vistas, el escaso ruido y la posibilidad de echarse una pesquita sin que nadie te moleste o un par de refrescos o cervecitas con los que tirar todo el día. Y ayudan, eso sí, las últimas obras ejecutadas por el Ayuntamiento de La Laguna, traducidas en la mejora integral del acceso desde la intersección con la calle tejinera de La Palmita hacia el Camino a la Playa. Hace algo más de un año era un campo de minas, pero ahora el paseo es tranquilo y confortable.

"Pero no se olvide de poner que falta aparcamiento y otras cosas más. Ya han cerrado dos bares y no podemos echarnos los camarones con tranquilidad porque viene mucha gente", ironizó un vecino con cierta sorna. Y claro está. La referencia de Jóver es su piscina natural enclavada en un entorno adaptado en lo que fue a mediados del siglo pasado "cuatro casas y un hoyo excavado en piedra viva creado por iniciativa de un conocido contratista", como aseguran varios residentes, "que trabajó con la legalidad al margen. Antes solo estaba el embarcadero".

Antiguamente, en uno de los charcos que se formaban tras bajar la marea, "los pescadores dejaban cazones allí para que se pelearan. Éramos niños entonces y veíamos con curiosidad la lucha. Ahora está la impresionante piscina natural que todos podemos disfrutar sin ningún problema. Sobre todo los jubilados", dijo entre risas otro consultado.

Y lo cierto es que la idea cuajó y en la lengua de lava en el que se hizo el agujero se transformó poco a poco en lo que hoy es Jóver, un pueblo con una piscina que se llena gracias a una bomba, que cuenta con servicios, un parquin generoso (en verano es imposible aparcar), accesos adaptados y un minipaseo hacia la playa que da acceso a las calas que se encuentran en dirección de Bajamar y La Punta o Tacoronte, con una vistas espectaculares. "¿Qué más se puede pedir?".

"Lo único que echamos de menos es que ya solo nos queda un único restaurante, el bar Andrés, donde se come de miedo, y la figura de la Virgen del Carmen velando por nosotros", explicó una usuaria habitual del enclave costero, que añadió que también está el Club Náutico de Tejina, que no está nada mal, "y en el que nos podemos echar un buen menú o un cortado".