Se puede aprender memorizando textos o llevando a la práctica los conocimientos que adquirimos en el aula, pero, también, y al mismo tiempo, poniendo nuestro aprendizaje al servicio de la sociedad. Ya hay escuelas y universidades que forman a sus alumnos mientras llevan a cabo proyectos comunitarios. Niños que colaboran con ONG del barrio para transformar su realidad más cercana o universitarios que usan sus habilidades para ayudar a sus vecinos. Todos forman parte, conscientemente o no, de un movimiento educativo que lleva diez años de andadura en España y que promueve el aprendizaje-servicio. Se trata de un acto de solidaridad que aprovecha la empatía para afianzar más los conocimientos, pero que, sobre todo, quiere repensar la función de la educación como palanca de cambio social.

Para explicar las virtudes de este movimiento, la Universidad de La Laguna (ULL) invitó esta semana a la presidenta de la red Aprendizaje-Servicio, Roser Batlle, a una jornada sobre esta metodología educativa. "Los niños o los jóvenes aprenden un contenido curricular en el aula a través de una acción que sirve para mejorar el entorno", sintetizó la pedagoga en una conversación con este periódico antes de participar en el foro ULL Debates.

Batlle puede enumerar un sinfín de ejemplos de este movimiento. "Los niños de una escuela de Latarce, en Granada, visitaron el estanque y se dieron cuenta de que estaba muy degradado. Era una visita dentro de la clase de Ciencias, para ver e investigar, pero se dieron cuenta de que el agua estaba como de puré de guisantes, todos los peces estaban muertos, y dijeron: ¿pero esto qué es? Se pusieron a investigar y, no contentos con saber por qué ocurría, decidieron que querían hacer algo. Ahí es donde actúa la parte de servicio. No te conformas con querer aprender cómo pasa, sino que quieres arreglarlo".

La ciudad de Hospitalet de Llobregat es otro modelo. "Aquí se desarrollan proyectos de aprendizaje-servicio desde antes de que existiera el nombre, pero oficialmente se puso el foco en el año 2007. El Ayuntamiento ha animado a los centros a ponerse en contacto con las entidades del entorno, ha formado a los educadores y a responsables de las entidades sociales, ha inventariado los proyectos y celebra una jornada anual de intercambio de los proyectos de aprendizaje-servicio de la comunidad".

Aitziber Mugarra, de la Universidad de Deusto, participó junto a Batlle en la jornada. Ella también es experta en la aplicación de esta metodología, pero en su caso en las universidades. Igual que en educación no universitaria, Latinoamérica es el continente donde más arraigado esta este sistema. El hecho de que el Estado del Bienestar sea muy reducido da pie a que los estudiantes universitarios puedan desempeñar un papel que en Europa lo harían los servicios sociales.

Es el caso de la justicia gratuita. Hace años crearon lo que se conoce como una clínica jurídica. No es la única, hay varias ya en España y están establecidas en una red. "Una clínica jurídica es una experiencia de aprendizaje-servicio donde los estudiantes hacen prácticas solidarias. Empezamos el primero año de la mano de CEAR, justo cuando empezaba la Unión Europea a repartir cupos. Pensamos que nuestros alumnos podían participar. Los estudiantes pudieron conocer de cerca las historias reales de esas personas, mas allá de los números, e incluso, luego, hacer de agentes "antirrumores".

Ni Batlle ni Mugarra creen que este sistema tenga que generalizarse hasta el extremo de ser obligatorio en la enseñanza. Temen que pueda desvirtuarse. "La discusión de la obligatoriedad la estamos teniendo en la Universidad. Creemos que va en sintonía con la tendencia de Bolonia, que busca un aprendizaje significativo, que la Universidad esté más cerca del mercado en el sentido amplio. Pero, al mismo tiempo, tenemos una responsabilidad con las organizaciones con las que trabajamos". Que se convierta en un trámite inexcusable puede pervertir su sentido. Lo que ambas profesionales desean es que todo el mundo tenga la oportunidad de acceder a esta manera de aprender y entender el mundo.

Mejorar el currículo y mejorar el entorno

Mejor currículo y mejor entorno: ese es el objetivo último del aprendizaje-servicio. "Ambas cosas deben ir de la mano, no hay por qué disociarlas. Hay personas que son muy hábiles, que tienen mucho talento, pero que lo usan solo en su propio beneficio. Ese tipo de personas no nos ayudan a mejorar como sociedad. Unos estudiantes recién licenciados -es un ejemplo real, pero no voy a decir de dónde son-acabaron la carrera de geología y arqueología y con los conocimientos que tenían montaron un negocio muy lucrativo de falsificación de objetos arqueológicos. Aplicaron muy bien los conocimientos, pero para estafar a la gente. El profesor que les dio la clase, ¿se puede sentir satisfecho o no?", dice a modo de ejemplo Battle para reivindicar la necesidad de una educación con vocación solidaria y de progreso.

La empatía ayuda a los resultados educativos

Un alumno implicado con su entorno no solo ayuda a mejorar su entorno, sino, también, sus propios resultados educativos. La empatía y la rendición de cuentas juegan a favor de todos. Hospitalet de Llobregat, una de las ciudades más implicadas en este movimiento, ha conseguido que la tasa de graduación se incremente en seis puntos, además del número de alumnos con expedientes brillantes, cuenta la pedagoga.