Si hay algo sostenible para un destino turístico es "aprovecharse" de su cultura, de su historia, de sus mitos y de su identidad. Porque todo eso ya está ahí, y por tanto es sostenible, solo tenemos que utilizarlo de manera inteligente.

Lo que César Manrique sabía instintivamente es que la gente disfruta aún con las historias, con los mitos, con los sueños; que a los humanos nos gusta dejarnos envolver por la belleza de un paisaje o una obra de arte.

El trabajo de César fue el de resaltar todas las cosas bellas de las que estaba llena la isla. Entendió, entre otras muchas cosas de las que no da tiempo de profundizar aquí, que tal belleza y el paisaje único de Lanzarote eran (y siguen siendo) un magnífico producto turístico en potencia por 3 razones:

Porque es sostenible: conservando los propios valores paisajísticos, los recursos culturales, era posible dinamizar la economía local, fomentar la participación social, e incrementar el orgullo de pertenencia a la Isla.

Porque es atractiva: comprendió que potenciando la singularidad (la identidad de Lanzarote, su imagen y su especial paisaje), basándose en la autenticidad, fomentaría la originalidad si lograba interpretar esos lugares que ya estaban en la naturaleza, como la Cueva de los Verdes o los Jameos del Agua, y ofrecería una experiencia inolvidable al viajero.

Porque es rentable: César aprovechó los recursos patrimoniales existentes de forma sostenible. Y mejoró la rentabilidad de todas las inversiones en otros negocios turísticos que vinieron detrás.

Si alguien ha aportado un "plus" a Lanzarote ese es César Manrique. Pensó la isla de manera tan diferente y fue tan radical y tuvo tanta energía para llevar a cabo todo lo que desarrolló que, 25 años después de su muerte, sigue influyendo en la energía de la isla a pesar de todos los disparates que se han cometido y se siguen cometiendo, a pesar de todo lo vulgar y estándar.

Me pregunto cómo pudo hacer tanto un artista, y si podría volver a repetirse ahora, y llego a la conclusión de que además de César hubo otro factor imprescindible, y ese fue su mecenas, su amigo y presidente del Cabildo, José Ramírez. Igual que Da Vinci no hubiera legado tantas obras geniales sin los Médici, e igual que Miguel Ángel no habría legado a la humanidad la capilla Sixtina sin el papá que lo acogió y ayudó, César tampoco habría podido llevar adelante su obra, con tal libertad y expresividad si no hubiera contado con la ayuda imprescindible de Pepín Ramírez.

Al principio de la democracia se dieron varios casos parecidos, personajes públicos que ayudaron a la creación de obras muy singulares, pero no fructificó en ninguna relación tan larga y duradera y fecunda como aquella. En la actualidad hay algunos César Manrique en potencia, en arquitectura, en literatura, en música en estas islas tan llenas de talento, algunas personas en las que el influjo mágico de esta tierra, de su singularidad natural es tan fuerte e influye tan poderosamente en ellos que podríamos crear varios Lanzarote a la vez, sin consumir un metro más de suelo, con inteligencia e imaginación, pero lo que no tenemos en política hoy es ningún Pepín Ramírez que crea en la potencia de la cultura. Ninguno que tenga ni la mitad de su visión. ¿Por qué?

Como él decía en 1988, cuando Radio Club le otorgó el Premio Teide de Oro: "No podré entender nunca que las autoridades no hayan tenido la suficiente visión de futuro para darse cuenta de que había que parar y programar una industria inteligente del turismo que no diera pie a la especulación caótica que se extiende por todas las islas".

Casi 30 años después tampoco lo entendemos. Aun así, la cultura y el paisaje de las islas están ahí, esperando a que alguno se dé cuenta. Importa de mil maneras, pero también económicamente, mucho más de lo que se imaginan los que siempre están pensando en los negocios y el dinero, quizás deberían medirlo un poco más, igual que miden obsesivamente el número de turistas que vienen y van. Esa visión que hace falta tener se puede aprender, esa es la esperanza.