En Canarias se da un cóctel explosivo: salarios bajos, pensiones insuficientes, alta tasa de paro y un alto coste de la vida. Es la ciclogénesis perfecta de la pobreza. Cada vez que salen indicadores relativos a la situación de la sociedad canaria, las Islas ocupan un triste lugar destacado entre los territorios con mayor porcentaje de población en riesgo de exclusión social.

Algunos ponen el acento en la desigualdad existente entre los ricos y los pobres. Hay media docena de canarios que tienen casi mil novecientos millones de patrimonio. Pero la desigualdad es una condición inherente al ser humano. Los experimentos de sociedades igualitarias terminaron poniendo un uniforme a sus ciudadanos y haciéndoles marchar al ritmo de marchas militares. Ni todos corremos los cien metros lisos en el mismo tiempo ni todos hemos tenido fortuna o hemos nacido para ser empresarios de éxito. La igualdad se garantiza a través de un Estado fiscal que grava los grandes salarios o los beneficios del capital para ofrecer servicios universales y gratuitos a la ciudadanía y ayudas económicas a los más necesitados.

Pero algo pasa con Canarias. Tenemos una economía que funciona a pleno rendimiento (la venta de servicios turísticos) y sin embargo seguimos teniendo una altísima tasa de paro. Puede que la explicación se encuentre en que la carga de población que puede soportar la economía de las Islas está desbordada. Si el sector servicios puede dar empleo a setecientas mil personas y la agricultura y la industria -exagerando- a unas cien mil, existe una clase activa que claramente nunca va a encontrar empleo. No hay cama para tanta gente.

Ese mismo fenómeno explica también los bajos salarios. La altísima oferta de mano de obra disponible, para empleo de baja cualificación, permite ofrecer salarios bajos, porque siempre habrá alguien necesitado que estará dispuesto a aceptarlo. No hay más que ver el alto número de mano de obra foránea en el sector turístico.

Arrastramos salarios que no llegan al mileurismo desde hace muchos años, lo que desemboca en pensiones por debajo de la media nacional. Y un gran número de no contributivas que apenas dan para subsistir. Y esto coexiste con unos estándares de vida donde todo está encarecido por los sobrecostos de la insularidad, desde la cesta de la compra de productos básicos a los transportes.

Lo primero que estas islas deben afrontar es la liquidación de la pobreza laboral. Hay gente que trabaja y que apenas llega a fin de mes. Y ese es un problema complejo, porque los salarios no se fijan por decreto. Tienen que ver con el calentamiento económico, con el crecimiento y con la expansión de sectores que emplean trabajadores muy cualificados, que son los que tienen retribuciones por la sencilla razón de que no hay tanta mano de obra disponible.

Añadamos que los indicadores de consumo dicen que en Canarias se matriculan más coches y hay más compras que el año pasado. Y eso es porque, aunque no se diga, también somos campeones de pesca submarina.