Durante mucho tiempo, el socialismo fue "la solución" de la izquierda. Hoy, ese ideal ha sido sustituido por "Europa", una fe en la que cree ciegamente, pero que no incluye postulados socialdemócratas que permitan transformar la realidad. Esa es la radiografía de la realidad que hace el politólogo francés de origen argelino Sami Naïr, que ayer estuvo en la Universidad de La Laguna (ULL) con motivo de la celebración del Campus América. El experto alertó del "abismo" en el que se encuentra esta ideología y de las complicaciones que entraña: "Estamos en una situación muy peligrosa; si la izquierda no es capaz de reconstruir su motor, lo más probable es que desaparezca bajo la dominación de grupos antisistema".

Esa dejación de funciones está permitiendo "el auge de micronacionalismos, de reivindicaciones identitarias, que no permiten que se planteen los problemas sociales reales". "Ha nacido una nueva religión para la izquierda, Europa lo explica todo, aunque sea con políticas neoliberales", lamentó Naïr.

La desconfianza hacia la política se constata con los continuos cambios de mayorías en los parlamentos. "Esta alternancia constante no es normal. Para hacer política necesitas ocho o diez años y ya no se permite", apuntó el ex eurodiputado. "La sociedad civil se ha separado del mundo político".

Esa mala relación entre ambas partes es determinante, ya que la sociedad civil no cuenta con las herramientas necesarias para imponer su voluntad. "Las nuevas generaciones pueden influir en las élites, pero el sistema se cambia a través de los partidos políticos", insistió.

A pesar de esa visión catastrofista del futuro, Naïr volvió sobre una idea que repite siempre que puede: Europa es la mejor idea que ha tenido la humanidad en siglos. Se trata del proyecto "más progresista y más humano" que ha tenido el continente. Las soluciones, a su juicio, pasan por trabajar por "más Europa", aunque ahora mismo sea inviable pensar en ampliaciones del club comunitario a corto plazo, como se barajaba hace no demasiado.

Ahora mismo, cuando el presupuesto de la Unión tan solo representa el 1% del Producto Interior Bruto (PIB) de Europa, "está claro que queda mucho por hacer". "Los europeos lograron construir la Unión tras dos guerras mundiales, pero "hoy se puede ser muy europeo y estar en contra de la construcción actual". Ese sentimiento se debe a que "hemos construido algo sobre una idea coja, parcial, y lo que falta no se consigue volviendo atrás, hacia nacionalismos xenófobos", apuntó.

Naïr sostuvo que "la construcción neoliberal no es la única forma de construir Europa" y que esta manera de entender las relaciones entre países ricos y pobres explica la animadversión que se ha generado en los últimos años hacia el proyecto comunitario.

En sus palabras, Europa asiste a una revolución social regresiva, "porque se ha dejado la construcción europea en manos exclusivamente de los dirigentes de la economía". "No supimos activar nuestras elites políticas para que dieran una orientación adecuada, y hemos construido una sociedad de riesgo, precaria, con un modelo territorial cada vez más desigual, favoreciendo la expulsión de las clases populares de las ciudades, como si estuviéramos después de la Segunda Guerra Mundial.

La pobreza se puede erradicar, pero la receta para ello no es el libre mercado, sino la macropolítica. Sami Naïr dejó claro ayer, en su intervención en un seminario organizado por el Centro de Estudios de Desigualdad Social y Gobernanza (CEDESOG) de la ULL, que la precariedad ha crecido de manera intolerable y que la responsabilidad es política.

"Para la pobreza no hay una explicación unilateral; es una cuestión estructural en cada sociedad", aseveró el ponente, en la sala Tomás y Valiente de la Facultad de Derecho, un aula abarrotada de alumnos y profesores en la que también estuvo el presidente del Gobierno, Fernando Clavijo.

El experto se preguntó cómo teniendo en estos momentos el PIB más alto del planeta, Europa se encuentra con un nivel intolerable de pobreza. Hay clases medias y han aumentado las personas con altos ingresos, pero también la pobreza, que durante la crisis ha alcanzado máximos impensables antes en sociedades desarrolladas.

"Se trata de una contradicción estructural, que podría entenderse en los países pobres, donde hay poco recursos y están polarizados, con espacios sociales de enorme cantidad de gente pobre y donde no hay clases medias, pero no en nuestras sociedades", advirtió.

El politólogo fue muy contundente en este sentido: "El mercado no puede solucionar la pobreza, la reproduce y la amplía". Además, "si la pobreza sigue desarrollándose es porque no existe una macropolítica para contrarrestar", denunció.

Una precariedad intolerable

Sami Naïr, acostumbrado a la exactitud que prodiga el mundo académico, vino a la Universidad de La Laguna a hablar de pobreza y antes quiso definir qué se considera pobreza en la Unión Europea. Es pobre y está socialmente excluida la persona que tiene ingresos inferiores al 70, 50 o 40% del ingreso medio nacional, dependiendo de la variante que se utilice, aunque Europa se guía por la doctrina de la OCDE. Es también pobre el que sufre privaciones materiales graves y tiene grandes dificultades para encontrar empleo. No obstante, sea cual sea el referente que usemos, la pobreza ha crecido de manera intolerable en las sociedades del Viejo Continente. "¿Cómo es posible que con el PIB más alto del planeta nos encontremos con una tasa más que preocupante de pobreza?", inquirió.

El estallido del sistema político

"Tenemos una crisis muy grande de representación política. Hoy, o dudamos entre unos y otros o no tenemos ninguna adhesión política". Ese malestar, que se ha reproducido en todos los países, ha permitido el auge de partidos antisistema que, en algunos casos, defienden una ideología xenófoba. Esos partidos han conseguido llegar a los parlamentos, como es el caso de Alemania, que desde las últimas elecciones cuenta con más de 90 diputados de ultraderecha. algo impensable hace apenas unos años. "No podemos olvidar esa realidad, dejarla solo para el día de después de las elecciones es un grave error", alertó Naïr. Además, a este hecho insólito se une la constante alternancia de partidos políticos -el voto castigo- que no permite poner en marcha medidas de cierto alcance, para lo que se necesitan ocho o diez años.