El historiador y profesor Miguel Martín González, director de la revista Iruene sobre la prehistoria de la Isla, ha acusado al área de Patrimonio Histórico del Cabildo de La Palma, en concreto a su inspector, Jorge Pais, de saquear un vestigio arqueológico de gran valor que estaba ubicado en las cercanías del barranco de Fernando Porto en Garafía y que fue trasladada al Museo Arqueológico.

Martín, uno de los investigadores más reconocidos por sus estudios sobre la vida de los aborígenes, acusa a Patrimonio de "arrancar y desarraigar" una roca de medianas dimensiones "que contenía una peculiar sinfonía de trazos muy finos lineales en dos de sus caras, combinando reticulados y otras composiciones que lo hacía único y especial", vestigio que fue localizado por miembros de la Asociación Iruene.

Este profesor advierte de que cualquier intervención arqueológica realizada sin las preceptivas autorizaciones "se considera una infracción grave al régimen jurídico del Patrimonio Histórico Canario". En este caso, "no se hizo un estudio pormenorizado, documentado científicamente, con elementos, características, orientaciones astronómicas... Hemos perdido una información vital para dar sentido a esta manifestación rupestre", dijo.

Martín teme que este vestigio pase a ser "una pieza más, un número de catálogo y morar en una habitación oscura, sin identidad y totalmente descontextualizado. O quizás forme parte del grupo de grabados rupestres tirados por el suelo en un rincón de la exposición permanente del museo arqueológico, sin apenas información, sin protagonismo alguno, dando una impresión casi patética y nada atractiva, como si fueran basura".

Este historiador apoya que se lleven piezas al museo en casos especiales: "fondos de colecciones privadas o de excavaciones y sondeos". Sin embargo, la roca se encontraba en un lugar "muy poco o nada frecuentado y el grabado rupestre era casi invisible a la luz del día. De hecho, había pasado desapercibido a varias prospecciones y cartas arqueológicas en la zona. No existía ningún riesgo para su conservación".

Martín se pregunta las razones por las que no se traslada al museo "un grabado rupestre que está descontextualizado en un jardín (municipal) de Puntagorda desde hace más de una década; los grabados rupestres que forman parte de un muro del campo de fútbol de Santo Domingo; un petroglifo que se encuentra en una hornacina en Don Pedro; y, quizá el caso más sangrante, un grabado rupestre que forma parte de un escalón en el mirador de Tanausú en Garafía, pisoteado por todo el que pasa por allí".