Sin quererlo se había convertido en una especie de Raymond Poulidor del Premio Planeta de Novela. No por el hecho de haber sido nominado muchas veces, sino porque su nombre siempre aparecía en las quinielas asociado a un galardón que conquistó hace siete días con "El fuego invisible", ficción que saldrá a la venta el 3 de noviembre en la que Javier Sierra (1971) teje una trama de misterio en torno al Santo Grial. El vértigo que se desbordó cuando el jurado anunció que detrás de "La montaña artificial" (Victoria Goodman) estaba la identidad del autor de intrigas como "El secreto egipcio de Napoleón", "El maestro del Prado" o "La pirámide inmortal" continúa impreso a la mañana siguiente en el rostro de un periodista y escritor, que no para de encadenar entrevistas. Sierra "dibuja" una sonrisa cómplice cuando constata que sus próximas respuestas se vienen al Archipiélago. "Canarias es una tierra fascinante", asegura con conocimiento de causa.

Para un autor al que le gusta el misterio Canarias debe ser uno de esos "paraísos" que inevitablemente debe visitar, ¿no?

Canarias es tierra de fronteras. Las Hespérides, San Borondón y toda la evocación que hay en torno a las rutas colombinas al nuevo mundo. Son muchas cosas. Las Islas ocultan enigmas que me fascinan. Sus volcanes son lugares, por su fuerza telúrica, propicios para los secretos. Además, hay momias y hasta las siempre controvertidas Pirámides de Güímar (ríe)... Canarias es un territorio de misterio inagotable que atrapa mi curiosidad.

¿Se atrevería con una novela cuya trama estuviera localizada en las Islas?

Sí, ¿por qué no? Lo único que tendría que plantearme qué tipo de novela y qué gran arquetipo tendría detrás. Una historia vinculada con la navegación o el mito de la Atlántida encajaría muy bien. A veces la chispa surge en el lugar más inesperado y en su momento estuve tentado de escribir sobre el paso de Colón por La Gomera. Dicen las malas lenguas que fue allí donde supo de la existencia de lo que había al otro lado del mar tenebroso. Alguien le dio una información privilegiada y eso ya es una sospecha lo suficientemente atractiva como para crear una novela con mucho protagonismo insular.

¿Es consciente de que su discurso envolvente le ayuda a vender sus historias?

(Silencio)... Esa es la consecuencia de haber asumido el rol de lo que en el mundo anglosajón se conoce como un "story tale", un contador de historias, que en el fondo no es más que ser el chamán de una tribu, el que pone con el clan delante del fuego de un campamento y trata de explicar algo. Sí. Eso es verdad, pero también hay una explicación ligada a que mis orígenes no son literarios sino radiofónicos. Yo empecé con 12 años en la radio y eso es un aprendizaje que no se olvida: cómo dosificar los tiempos, cómo modular tanto la información como la voz, cómo crear el silencio...

En sus obras hay mucha "carpintería", que en el mundo de la creación literaria son todos esos elementos internos que sostienen a una novela, horas de estudio para crear la historia perfecta, ¿Esa exigencia consigo mismo es lo que le ha traído hasta aquí?

Cuando decides la novela que quieres escribir ya hay un trabajo hecho que viene dado por las investigaciones que has hecho antes. Poco a poco vas haciéndote con una biblioteca, tomas notas, conoces los lugares que deseas visitar... Eso no significa que una vez que te sientas delante del ordenador no hagas una revisión de toda esa información para estar seguro al cien por cien de lo que vas a contar. Es cierto que eso te acaba quitando mucho tiempo, pero si no lo haces corres el riesgo de quedarte en lo superficial.

¿Qué importancia le da a los actos preliminares en su obra?

Muchísima... Ahí hay que incluir viajes y consultas sin que se note lo que estás haciendo. Un día decides ir al Museo Nacional de Arte de Cataluña a ver algo que te llama la atención, pero no se lo cuentas a nadie. Si cometes el error de contar que estás preparando un libro no te van a dejar tranquilo e incluso pueden llegar a contaminar la visión que tienes sobre un objeto o suceso. Lo importante es crear ese espacio de libertad para acercarte, interpretar y ver las cosas que te interesa reflejar en la historia que quieres contar. Yo no avisé al Museo de El Prado de que estaba escribiendo una novela en la que ese espacio tenía tanto protagonismo ("El maestro del Prado"), se la encontraron hecha.

Al margen de que cada libro tiene su esencia, ¿la de Javier Sierra se aprecia sin género de dudas en "El fuego invisible"?

La marca está (hace una pausa)... Está la información, el buen tratamiento que procuro hacer de ella, la intriga y el misterio, la parte trascendente, el deseo de complicidad con el lector cuando le presento cosas que él puede comprobar... Estoy completamente convencido de que mis lectores me van a volver a poner a prueba comprobado si todo esto es verdad. Esa es una de las maravillas de la literatura, cuando consigues que el lector no solo sea un lector, sino el cómplice de tus peripecias. Si logras que se sumerjan en ellas, logras la cuadratura del círculo.

¿Pero hay algo del autor que aún no hemos visto hasta ahora?

Este Javier Sierra ha buscado dar un toque de literatura y cultura, no solo de misterio... Me he convertido en un practicante de lo que se llama la "ocultura", que es escribir de la cultura de lo oculto. En toda manifestación artística hay siempre un componente mágico y eso es lo que yo de alguna manera "desnudo" en esta novela.

¿Le gusta esta bajo la lupa de los lectores?

No me molesta (pausa)... Claro que existe el riesgo pero, a su vez, es muy estimulante. En mis libros hay informaciones que son absolutas y otras que son relativas y dependen de la interpretación que haga el lector de ellas. Un hecho visto a través de un inquisidor no tiene nada que ver con el mismo suceso analizado desde la perspectiva de una bruja. Estimular dos puntos de vista encontrados hace que no te instales en el dogma. Si hay algo realmente peligroso, y eso es algo aplicable a la tensión que vivimos estos días, es el dogma en cualquier orden de la vida.