En Ventimiglia la vida se ve en blanco y negro. En esta ciudad de Italia, a escasos kilómetros de Menton (Francia), la vida se toma el respiro más duro. Antiguamente capital de una tribu ligur que se resistió bastante tiempo a la dominación romana, la historia de esta urbe es una continua sucesión de asedios y distintos dominadores: romanos, godos, bizantinos, lombardos, sarracenos, genoveses, napolitanos. Ahora, en pleno siglo XXI y gracias a las restrictivas políticas fronterizas puestas en marcha en Europa tras la crisis migratoria y de desplazamiento en 2015, la localidad italiana de Ventimiglia se ha convertido en el principal punto de tránsito de los migrantes y refugiados llegados a Italia y que tratan de continuar su ruta hacia otros países de la UE. Viven atrapados, en condiciones infrahumanas y sin los servicios sanitarios básicos. Un paréntesis en la vorágine de la sociedad del siglo XXI para encarar de frente la crisis de Ventimiglia. Tenían que ser ellos, Médicos sin Fronteras (MSF), que han alzado la voz para enseñar al mundo la difícil situación en la que se encuentran los inmigrantes que quedan enredados en la red de la insolidaridad que Europa intenta disfrazar de buenas intenciones. Tal y como narra en primera persona MSF, la frontera interna entre Italia y Francia representa un obstáculo más en el camino europeo, una nueva barrera que para algunos resulta insuperable. Los migrantes acuden a Ventimiglia con el objetivo de poder entrar en Francia, pero la única alternativa que tienen es cruzar la frontera ilegalmente y a través de rutas peligrosas. Entre ellos hay numerosas mujeres embarazadas, familias enteras y menores no acompañados. Muchos tratan de cruzarlas a pie -emprendiendo rutas arriesgadas a través de las montañas o a lo largo de los túneles y las autopistas que conectan Italia y Francia- solo para acabar siendo expulsados de vuelta a Italia. Desde septiembre del año pasado han muerto doce migrantes en el intento de llegar a Francia. "Las terribles condiciones de vida hacen a estas personas más vulnerables. Muchos de ellos están huyendo de situaciones horribles vividas en sus países de origen y han sufrido un profundo trauma a lo largo de la ruta migratoria", explica el coordinador en Ventimiglia, Federico Saracini. "Lo que vemos en este lugar son los efectos directos de las políticas europeas de disuasión: estas personas se ven forzadas a poner sus vidas en peligro y a vivir en condiciones indignas durante meses", subraya. Los datos aportados por MSF encienden la alarma en un intento de llamar a la dignidad de las instituciones europeas: en julio, 444 personas (246 hombres y 198 mujeres) procedentes principalmente de Sudán, Eritrea, Guinea-Bissau, Etiopía, Costa de Marfil y Chad fueron acogidas en la iglesia. Entre ellos se encuentran niños muy pequeños, como Raheek, de apenas dos meses. Originario de Sudán, cruzó el Sahara y el Mediterráneo central con sus padres. Es más fácil mirar para otro lado, son pobres y la mayoría negros. Hace sesenta años, el 25 de marzo de 1957, los europeos sellaron el Tratado de Roma, asentando así la unidad del Viejo Continente. ¿Es esta la Europa que queremos? Mientras, Ventimiglia no da tregua a la dignidad.

@LuisfeblesC