Un año después de la devaluación de la moneda egipcia, la libra, la principal medida impuesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) para conceder un préstamo de 12.000 millones de dólares al país árabe, la inflación se ha comido el poder adquisitivo de los egipcios.

El alza de los precios, que desde hace meses se mantiene firme por encima del umbral del 30 % anual, ha evitado que se sientan en la calle la repercusión de la incipiente recuperación económica, según expertos.

El economista Amr Adly asegura que, debido a los efectos perniciosos de la inflación, el programa del FMI no ha logrado los resultados deseados para salir de la crisis económica que vive el país desde la revolución de 2011.

Si bien el crecimiento ha subido hasta el 4,9 % anual, seis décimas más que en 2016, la inflación impide que se perciba esta mejora, sobre todo para los más pobres, que rondan el 27,8 % de la población, según datos de 2015.

La devaluación de la moneda era "un paso necesario", según Adly, pero se podría haber tomado de forma más progresiva para "mitigar las consecuencias de la flotación sobre los ciudadanos".

Actualmente, según este experto, solo se ha conseguido una "estabilidad falsa" del precio del dinero en el mercado porque "los bancos compran divisas, pero venden sólo en pocos casos".

Tras la flotación de la libra en noviembre de 2016, el dólar pasó de una cotización de 8,78 a 19 libras en pocos días, aunque en los meses siguientes se ha estabilizado en torno a las 17 libras.

El analista sí reconoce que las medidas de estabilización y la mejoría de los indicadores macroeconómicos son "positivos para atraer las inversiones extranjeras", uno de los retos de un país con un gran déficit comercial resultado de su dependencia de las importaciones.

"Para salir de la crisis tendríamos que tomar medidas para sustituir la importación por la fabricación", considera Adly.

El profesor de Economía de la Universidad Americana en El Cairo, Mohamed Fahmy, asegura que la flotación de la moneda fue "una decisión fundamental", pero fue tomada "muy tarde" por los desequilibrios en la economía que se acentuaron tras la revolución.

La caída del turismo y la disminución de inversiones, derivados de la inestabilidad política que siguió al derrocamiento de Hosni Mubarak, desplomaron las reservas de divisas y ejercieron una fuerte presión sobre la moneda egipcia, cuya cotización fue mantenida de forma artificial por decisión del Banco Central.

Fahmy reconoce que, de la forma que se ha aplicado el programa del FMI, "el ciudadano ha pagado la factura de este cambio violento" sin que la recuperación económica haya tenido reflejo en la vida de los egipcios.

El experto consideró que el paquete de medidas, lejos de suponer una "reforma exhaustiva" del modelo económico, se circunscribe a una mera "reforma monetaria".

Además de la flotación de la libra, el FMI impuso a Egipto un programa de reformas que contempla la introducción de un impuesto indirecto, el IVA, que antes no existía en el país, y la eliminación de los subsidios a los combustibles, dos factores que han echado más leña al fuego de la inflación.

El pasado junio el Consejo de Ministros aprobó una fuerte subida de los precios de los combustibles, de entre un 40 y 50 %, y duplicó las tarifas del gas natural, que tenía un precio simbólico en este país productor de hidrocarburos.

Sin embargo, el ministro de Petróleo, Tarik al Mola, prometió esta semana que no se volverán a retirar subsidios antes de junio de 2018 para evitar mayores cargas a la población.

El plan del Gobierno, según Al Mola, es retirar los subsidios gradualmente a lo largo de diez años, un plazo muy superior al que contemplaba el FMI, que exigió a Egipto aplicar las reformas en un plazo de tres años.

Tras el préstamo del FMI, algunas agencias de riesgo han comenzado a mejorar sus perspectivas hacia el país, lo que podría redundar en el abaratamiento del crédito y en la atracción de inversiones.

El principal sector que pretende abrir Egipto a los extranjeros es el centro logístico que se ha proyectado en torno al canal de Suez, proyecto que todavía no ha despegado, al igual que siguen con poco impulso los ingresos por el tráfico marítimo por ese paso dos años después de su ampliación.