La semana empezó bastante revuelta, con una ofensiva de los efectivos políticos y mediáticos de Patricia Hernández: declaraciones del exviceconsejero de Justicia, Manuel Fajardo, y de la consejera socialista en el Consejo de la tele, María Lorenzo, amagando con el fin de los tiempos. El martes, la reunión del Grupo Parlamentario previa a la reunión de la ejecutiva regional fue un tumulto, del que sobre todo sobresalía el soniquete enfadado de doña Patricia, convencida de que cesar a Negrín sería el Surennes del PSOE de Ángel Víctor Torres. Ese mismo día se corría la voz de que José Miguel Delgado -uno de los más belicosos representantes del Sur, el hombres de Fraga en la ejecutiva- estaba decidido a entrar a matar, y colocar al secretario general entre el vacío y el apocalipsis. La elección en primarias de Pedro Martín, el candidato de Fraga, se interpretaba también como un varapalo para la gente de Torres en Tenerife, que se volcó en la derrotada candidatura de Gloria Gutiérrez.

Pero al final la sangre no llegó al río. La primera señal fueron unas declaraciones del flamante secretario general tinerfeño -Martin-, asegurando que una vez acabadas las primarias el partido volvía a la normalidad y al entendimiento. Cauto con dos de los asuntos estrella de la oposición interna -la moción de censura en La Laguna y la posición socialista en la tele- vino a decir que lo importante era reconducir los conflictos, no dejarse manipular por la presión externa, y dotar al partido de una única línea de actuación. Y al final, más allá de la inflamada algarabía de Fajardo, de la Lorenzo, del exportavoz Lavandera y el resto del "entourage" patricio, eso fue exactamente lo que ocurrió: nada.

La reunión de la ejecutiva sostuvo un debate interno más relajado que el del grupo parlamentario y acabó aprobando a mano alzada y por unanimidad una propuesta de Torres que justificaba la negativa del PSOE a apoyar a Nueva Canarias, el PP y Podemos -articulada en una abstención- en el cese de Negrín. En la propuesta, algo de necesaria literatura, pero sobre todo un compromiso por rescatar el debate que debería haber ocupado a Sus Señorías, que es el debate sobre la gestión pública de la tele. Un discurso razonable, sin maximalismos y perfectamente asumible por la izquierda que no está comprometida con el actual contratista. Ángel Víctor Torres ha demostrado también que controla su partido, pero eso -siendo una sorpresa para quienes le creían flor de un día- es lo de menos. Lo importante es que ha logrado dotar al PSOE de un discurso que se entiende, un discurso que implica hacer una oposición al Gobierno basada en la ideología, en la defensa de los intereses de las mayorías y de los más desfavorecidos. Un discurso construido desde el Congreso socialista por este secretario general, un tipo poco carismático pero currante, que optó por poner orden en su propio partido y no entrar en una guerra que no era la suya, aún a costa de soportar una semana de portadas incendiarias y la velada amenaza de futuras campañas difamatorias sobre su vida privada.

¿Y Negrín? Negrín pasa a ser un asunto menor. Dejará la presidencia del Consejo cuando le toque o cuando el Parlamento lo decida, no cuando le convenga al adjudicatario. La cuestión ahora es si habrá concurso público abierto a cualquiera que quiera participar, incluyendo el prestatario actual de los servicios, o si se producirá el cambio de modelo de gestión que algunos reclamamos. La cuestión es que ahora depende del Parlamento que ocurra una cosa u otra. No del contratista.