Los sueldos en Canarias están en la punta del rabo de España. O sea, que están a la cola. Y llevan así muchos años. Hay políticos que piden "responsabilidad social" a las empresas privadas. ¿Pero qué responsabilidad social tienen ellos? Porque ocurre que el sector público paga buenos sueldos -un 30% de media más que el privado- pero está favoreciendo que haya sueldos de miseria.

El mercado es como la naturaleza. Funciona por estímulos y con mecanismos que persiguen la satisfacción. Si uno coloca una sardina al alcance de un gato es previsible que acabe comiéndosela. Y es un hecho que en la contratación de los servicios y obras públicas, nuestras administraciones funcionan con un criterio de subasta: aquella empresa que haga la oferta más baja es la que suele llevarse la tostada.

¿Y qué ocurre? Pues que las empresas se presentan a las licitaciones bajando a reventar el precio, lo que afecta a los salarios que van a pagar a sus trabajadores o a la calidad de los materiales que van a emplear. El resultado son sueldos miserables y obras que son una chapuza. Además, suele ocurrir que las grandes empresas de construcción foráneas ganan las obras pública con importantes bajas y luego las subcontratan con pequeñas empresas locales que son las que se comen el marrón. Se tragan la baja y, de postre, el margen de beneficio que se lleva la grande.

Si el Gobierno estuviera realmente interesado en subir los salarios, en los concursos de obras y servicios puntuaría el nivel de retribuciones del personal. Si estuvieran realmente interesados en la integración laboral de las mujeres, valoraría el equilibrio en las plantillas de acuerdo a las leyes -mayormente inútiles- que persiguen la igualdad de género. Pero no es así. Obras y servicios se adjudican por el sistema de subasta, con lo que quienes prometen precios más bajos se llevan el gato al agua.

Luego resulta que hecha la ley, hecha la trampa. A menudo los ganadores de un concurso plantean revisiones de precios y reformados, debido a la supuesta aparición de hechos sobrevenidos que encarecen su propuesta. Eso en el mejor de los casos, porque en el peor quienes ganan la prestación de un servicio lo ejecutan en condiciones salariales infames o reduciendo personal. O hacen obras de ínfima calidad.

Cambiar todo esto está en manos de quien contrata. Si las administraciones establecen el estímulo adecuado -exigencia de plantillas equilibradas, salarios dignos o nuevas contrataciones- los gatos irán indefectiblemente a la sardina. Si las administraciones discriminan positivamente a favor de esas empresas que cumplan con criterios de "responsabilidad social", quienes quieran ganar los concursos se adaptarán a las exigencias.

Aumentar los sueldos en Canarias implica muchas cosas. Una de ellas cambiar las reglas para que los concursos públicos los ganen las empresas que mejor paguen a sus trabajadores. Si esto se las suda, que sigan como hasta ahora subastando a la baja sobre las costillas de los sueldos.