Mi última charla con el paisano y convecino puntual en Breña Alta versó sobre el autodidacta Alejandro Lerroux que, por ambición y constancia, presidió el gobierno republicano en dos periodos. El tema vino a cuento de los redivivos populismos de izquierda y derecha y una conferencia sobre "El Rey del Paralelo y sus amigos canarios". Acudí a él por su probado conocimiento sobre la Universidad de La Laguna en el primer tercio del siglo XX, donde el agudo periodista y el incendiario diputado se tituló mediante un único examen de dos horas.

Alfredo Mederos Pérez (1934-2017) respondió al tópico cierto del corredor de fondo y, hasta el último suspiro, se esforzó en cumplir plenamente con sus pasiones. Catedrático de Segunda Enseñanza y Universidad, investigador constante y docente eficaz en su vasto currículo se inscriben los máximos honores en la licenciatura y doctorado, cientos de comunicaciones y artículos en congresos y revistas especializadas y la dirección de medio centenar de tesinas y tesis doctorales. Fue un reputado estudioso de la evolución de la Química Inorgánica en España y mantuvo una larga colaboración con universidades extranjeras, entre otras, la Central de Caracas.

Robó tiempo al tiempo para militar con ética y entusiasmo en el recordado Partido Socialista Popular de Tierno Galván y, posteriormente, en el PSOE donde, entre otros cargos, tuvo como última responsabilidad la presidencia de la Comisión de Ética.

Entró en la investigación histórica con decisión y honestidad -su ideología no influyó ni distorsionó el relato- y dejó una serie de títulos capitales para entender el recorrido de la II República, la Guerra Civil y la represión franquista en La Palma y Canarias, publicados todos ellos por el Centro de la Cultura Popular y, junto a Sergio Cantero, realizó una entrañable compilación de poemas y textos escritos desde los penales por presos y represaliados, la Antología de Musas Cautivas.

Junto a dignos paisanos, tiene en su haber el rescate de la memoria y los cuerpos de los asesinados y enterrados de modo clandestino en 1936 que, contra inmovilistas, comodones y bienquedas, era la condición indispensable para restablecer los derechos civiles (que incluyen el respetuoso tratamiento de los muertos), la auténtica reconciliación y la sana convivencia en democracia.