Si uno se pone a contar, asusta. Lo que nos gastamos cada mes en pagarle a las administraciones públicas es para cabrearse como un mono. Nos tienen asados a impuestos y tasas, ibis, itvs, igics, seguros obligatorios, recogidas de basuras, vados, rentas, plusvalías y la madre que los parió.

Y a todas estas, te enteras de que esa gente que nos cobra por todo y que nos embarga las cuentas si dejamos de pagar diez euros... ¡esa mismita! va a perder unos 40.000 millones de euros de los 61.366 (cifra del Banco de España) de nuestro dinero, que pusieron para salvar los bancos afectados por la crisis y el orondo culo de sus administradores. Las ayudas públicas van a ser a fondo perdido. Nos toman por toletes y encima se gastan nuestro dinero.

El grueso del desastre de la "mejor banca del mundo" corresponde a los pufos de las Cajas de Ahorro que en este país venían a representar a la banca pública. Las viejas entidades de ahorro, banca territorial de las comunidades autónomas, terminaron con su gestión en manos de los partidos políticos, las patronales y los sindicatos: o sea, entre dietas de lujo, tarjetas de empresa, mariscadas y créditos al ladrillo y a los amigotes. Bankia, Catalunya Banc, Novagalicia, Banco de Valencia o Caja del Mediterráneo, entre otras.

Los pequeños bancos cayeron porque el fenómeno de concentración bancaria en Europa -y el mundo- es imparable. Pero además es que lo hicieron fatal. Fue una demostración práctica de que el mangoneo público en el mundo financiero acaba siempre en desastre para el bolsillo de los contribuyentes. Hay pocos ejemplos de pequeñas entidades bancarias que hayan sobrevivido a la crisis, pero casi todos -las cajas rurales sin ir más lejos- están ligados a una dirección profesional, alejada de la contaminación de los intereses de los partidos, patronales y liberados sindicales. La gran banca española, la de los prebostes, es un negocio de éxito internacional. La banca que naufragó fue la otra; la del echadero de notables y jubilados de oro. En vez de mandarlos al Senado los mandaban a las Cajas.

Tal vez por ese pequeño detalle, cuando se habla del dinero que vamos a perder por el rescate bancario conviene recordar a quién rescatamos. La política no hizo más que inyectar dinero para salvarse el culo a sí misma y su gran fracaso. Y como todos fueron coautores flagrantes del pufo, nadie pone el grito en el cielo por una aventura que nos ha salido tan cara.

Países como Estados Unidos o Alemania han cobrado -y caro- sus ayudas a las entidades financieras. Pero es que ahí los gobiernos actuaron de forma mercantil, sin tener que tapar las vergüenzas propias. Ese pequeño matiz nos debe servir como alerta para que se nos ponga la mosca detrás de la oreja cuando alguien hable con nostalgia de la "necesidad" de una banca pública en España.